Hoy en Revista Dosis
La agencia reguladora Anmat aprobó ayer un nuevo medicamento que reduce hasta un 80 por ciento el tamaño de los tumores de útero más frecuentes, llamados “miomas” y conocidos como “fibromas”, lo que permite “realizar una cirugía más sencilla o directamente evitarla”, afirmó el ginecólogo Silvio Tatti, quien agregó que dos millones de argentinas lo padecen.
Se trata del “ulipristal”, un medicamento que “representa un avance muy importante con respecto a las terapias disponibles, ya que desde hacía 22 años no había novedades contra los miomas”, dijoTatti, quien es además jefe del Servicio de Ginecología del Hospital de Clínicas.
“Hoy es un día bisagra en la Argentina, ya que el nuevo fármaco estará disponible la semana próxima en farmacias y mejorará la calidad de vida de millones de mujeres, además de disminuir en un 50 por ciento el índice de cirugías por miomas, lo que tendrá un impacto enorme en el sistema de salud”, dijo.
Los fibromas pueden ser asintomáticos o producir síntomas que en algunos casos son tan severos que comprometen la calidad de vida, como sangrado menstrual abundante -que puede generar anemia-, síntomas por compresión de vejiga o intestinal, como deseos de orinar frecuentemente, molestias intestinales y dolor al mantener relaciones sexuales, así como problemas de fertilidad.
 
 
Fuente: El Día – La Plata
Según un nuevo estudio sobre la Carga Global de Enfermedades, publicado por la revista de The Lancet, en 2015 murieron en el mundo 3,2 millones de personas por enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y 400 mil muertes se produjeron por asma en el mismo año. Al analizar el impacto de estas dos enfermedades, los investigadores advierten que “el EPOC y el asma contribuyen sustancialmente a la carga de las enfermedades no transmisibles. Aunque gran parte de la carga es prevenible o tratable con intervenciones asequibles, estas enfermedades han recibido menos atención que otras enfermedades no transmisibles prominentes como las enfermedades cardiovasculares, el cáncer o la diabetes “, afirma el autor principal Theo Vos, Instituto de Medición de Salud y Evaluación, Universidad de Washington, EE.UU. “La información actualizada sobre EPOC y el asma es clave para la formulación de políticas para mejorar el acceso y la calidad de las intervenciones existentes”.
El estudio concluye que el asma es la enfermedad respiratoria crónica más común en todo el mundo, con el doble de casos de EPOC en 2015, pero que las muertes por EPOC fueron ocho veces más frecuentes que las muertes por asma. Si bien la mayoría de los casos de asma y EPOC pueden ser tratados o prevenidos, uno de los problemas es que muchos casos no son diagnosticados, se diagnostican mal o son maltratadas (por ejemplo, reciben un tratamiento para asma, cuando sufren EPOC).
Este estudio hace una estimación del número de casos y muertes causados por las dos enfermedades entre 1990 y 2015. Si bien la prevalencia global y las tasas de mortalidad se han reducido desde 1990, el crecimiento de la población y su envejecimiento revela que en realidad el número fue en aumento. La cantidad de muertes por EPOC aumentó en un 11,6% entre 1990 y 2015 (de 2,8 a 3,2 millones de muertes), y el número de casos aumentó en un 44,2% (de 121 a 174,5 millones de casos). Comparativamente, las muertes por asma se re-
dujeron en un 26,2% (de 0,55 a 0,4 millones de muertes), pero la prevalencia aumentó en un 12,6% (de 318,2 a 358,2 millones) en el mismo período.
En la Argentina, el estudio Epoc.ar -hecho en 2015 y que está próximo a publicarse-, concluyó que la prevalencia del EPOC es de 14,5% en mayores de 40 años (ver aparte).
Pero, no se puede hablar de EPOC sin hablar de tabaquismo. “Sin duda la principal causa del EPOC es el tabaco. Hoy en día ya sabemos que de las personas que fuman, entre un 20 y un 30% tienen EPOC. Y por el con trario, de los que tienen EPOC, entre el 80 y 90% son fumadores o ex fumadores”, grafica el doctor Daniel Buljubasich, vicepresidente de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria. Y uno de los mayores problemas en los pacientes con EPOC es que muchos no dejan de fumar, a pesar del diagnóstico.
El EPOC es un conjunto de afecciones pulmonares que puede manifestarse mediante una bronquitis crónica, con una inflamación persistente en los bronquios, o con enfisema, que daña o destruye los alvéolos y va reduciendo la capacidad pulmonar del paciente. Esto no es reversible. Aunque sí es tratable. Pero para eso es fundamental dejar de fumar, para detener el avance del daño pulmonar. “El enfisema destruye el pulmón. Y lo que se destruye no se recupera”, añade Buljubasich.
Sin embargo, uno de los problemas más complejos que afronta el EPOC, que va camino a convertirse en la tercera causa de muerte en el mundo, es que hay un alto índice de subdiagnóstico, que en Argentina ronda el 70%, según el estudio Epoc.ar. “En el EPOC hay muchos pacientes que no se diagnostican o que están mal diagnosticados”, explica el doctor Andrés Echazarreta, jefe del servicio de neumonología del hospital San Juan de Dios de La Plata.
En cuanto a la población más afectada por el EPOC, Echazarreta explica que es una enfermedad que está “asociada a menores recursos, a un nivel socioeconómico menor, que se da a mayor edad y con más frecuencia entre los hombres. Aunque en los últimos años la prevalencia en las mujeres está aumentando”.
Una enfermedad que cada año mata a 5.500 argentinos
En la Argentina hay 2,3 millones de personas con EPOC, según surge del primer estudio epidemiológico, llamado Epoc.ar, que realizó en 2015 la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR). Este es hasta el momento el único estudio de estas características realizado en el país. Según datos del Ministerio de Salud, en 2010 murieron 5.500 personas por EPOC en la Argentina. El trabajo se realizó en la Ciudad de Buenos Aires, Gran Buenos Ares, La Plata, Mendoza, Rosario y Córdoba. Y se encuestó a 4.000 personas con espirometrías (es la forma de diagnosticar el EPOC) en sus domicilios.
 
 
Fuente: Clarin
Científicos de Rosario tratan de poner a punto una formulación farmacéutica para hacer frente a una infección frecuente de hongos que afectan las encías, la garganta, el paladar, la lengua y otras superficies de la mucosa oral. Y que, en casos severos, puede causar dolor al tragar y diseminarse a otras partes del cuerpo. Se trata de la candidiasis orofaríngea, provocada por hongos del género Candida, sobre todo Candida albicans.
En la actualidad, la candidiasis orofaríngea se trata mediante comprimidos y/o medicamentos de acción local, como enjuagues bucales y geles. Pero el problema con estas últimas alternativas es que se lavan rápidamente con la saliva, por lo cual es difícil alcanzar y sostener la dosis adecuada del medicamento en el sitio de acción.
Para evitar ese inconveniente, los investigadores del Instituto de Química de Rosario (IQUIR), que depende del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), desarrollaron una matriz polimérica que se puede adherir a la encía y libera de manera controlada la dosis del fármaco antifúngico (nitrato de miconazol) que se necesita.
“En estudios in vitro, y empleando encías de cerdo como modelo estas matrices demostraron ser capaces de erradicar los hongos [que provocan la candidiasis orofaringea]”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir el director del proyecto, el doctor Darío Leonardi, investigador adjunto del CONICET en el IQUIR.
Para fabricar esas matrices, Leonardi y sus colegas recurrieron a biopolímeros con capacidad de adherirse a las mucosas, biocompatibles, de bajo costo y fácil acceso. En particular, usaron un derivado del caparazón de los crustáceos que sirve como producto de desecho de la industria pesquera, al que le agregaron otros polímeros como la gelatina, los alginatos y la goma arábiga.
En los ensayos, “el parche logró frenar de manera eficaz el avance de cinco especies de Candida“, subrayó el doctor Claudio Salomón, director del Área Técnica Farmacéutica y del Departamento Farmacia de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR e investigador independiente del CONICET en el IQUIR.
Los resultados – descritos en la revista “Materials Science and Engineering: C” – son tan alentadores que los investigadores de Rosario ya comenzaron a contactar a empresas que podrían estar interesadas en su desarrollo. En el caso de llegar a comercializarse, las matrices se presentarían como discos pequeños de 5 mm de diámetro, explicó Leonardi.
Del avance también participaron los investigadores Guillermo Tejada, Gisela Piccirilli, Maximiliano Sortino y María Celina Lamas.
 
 
Fuente: Agencia CyTA Instituto Leloir
Un estudio dirigido por la USC, publicado en Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS), explica cómo la piel desarrolla estos folículos desde los que eventualmente brota el cabello. El proceso ha sido reconstruido a partir de observaciones de organoides, ensamblajes en 3D de células que poseen estructura y función rudimentarias de la piel, incluyendo la capacidad de crecer el pelo.
El estudio
Mingxing Lei, autor principal del estudio, explica que el experimento partió del trabajo con células de piel disociadas de un ratón recién nacido, cuyo comportamiento colectivo fue analizado en centenares de películas en cámara lenta. Las células formaron organoides por transición en seis estadios: 1) células disociadas, 2) células agregadas, 3) quistes, 4) quistes unidos, 5) capas de piel y 6) piel con folículos, que producen cabello robusto tras ser trasplantada la piel en la parte posterior de un ratón anfitrión.
Por el contrario, las células disociadas de la piel de un ratón adulto sólo alcanzó la fase 2 -agregación- antes de paralizar su desarrollo y no producir cabello. Los eventos moleculares y procesos físicos que impulsaron la formación exitosa de organoides revelaron una mayor actividad de genes relacionados con el colágeno, la insulina, la formación de láminas celulares, la adhesión, muerte o diferenciación de células y muchos otros procesos. Los investigadores ubicaron en qué parte del organoide se venían registrando estos procesos y a continuación bloquearon la actividad de genes específicos para confirmar sus papeles en el desarrollo del organoide.
Los resultados
Al estudiar cuidadosamente estos procesos de desarrollo, los científicos obtuvieron una guía molecular para inducir a las células individuales de la piel a autodisciplinarse en organoides que pueden producir cabello. Luego aplicaron este “cómo” a los organoides estancados derivados de células de piel de ratón adulto. Proporcionando las señales moleculares y genéticas correctas en la secuencia apropiada, estos organoides adultos pudieron ser estimulados para continuar su desarrollo y eventualmente producir cabello. De hecho, los organoides adultos produjeron 40% tanto pelo como los organoides recién nacidos.
Al igual que en los organoides adultos, los folículos de las personas mayores van perdiendo la capacidad de hacer crecer un cabello en la medida en que ven disminuidas sus capacidades regenerativas. En el futuro, este trabajo puede inspirar una estrategia para estimular el crecimiento del cabello en pacientes con condiciones como la alopecia u otras que produzcan calvicie.
 
 
 
Fuente: Diario del Centro del País
En 2014 fue elegido por la Revista Cell como uno de los 40 jóvenes investigadores más relevantes del mundo.

Un equipo internacional de investigadores, integrado por el argentino Luciano Marraffini, egresado de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario, y el español Francisco Martínez Mojica, fue galardonado con el Premio Albany, considerado el más prestigioso de medicina en Estados Unidos, informó hoy en un comunicado la Universidad de Alicante, en el este de España.El premio, uno de los más importantes del mundo de investigaciones biomédicas, valora la contribución de los científicos a desarrollar el método Crispr-Cas9, una técnica de ingeniería genética que aprovecha un proceso natural del sistema inmune bacteriano. El comunicado destaca el papel de los investigadores “en la creación de un notable sistema de edición de genes que ha sido llamado el ‘descubrimiento del siglo’”.

La técnica revolucionó la investigación biomédica y ha proporcionado nuevas esperanzas para el tratamiento de enfermedades, principalmente las que tienen un componente genético.
Además de Martínez Mojica, profesor de la Universidad de Alicante, y de Marraffini, que trabaja como investigador principal del Marraffini Laboratory de la Universidad Rockefeller, en Estados Unidos, a donde llegó en 2002, forman el equipo premiado la francesa Emmanuelle Charpentier, la estadounidense Jennifer Doudna y el chino Feng Zhang.
El Albany Medical Center Prize in Medicine and Biomedical Research for 2017 se entregará el 27 de septiembre en una ceremonia que se celebrará en Albany (Nueva York).
 
Lo lograron científicos de la Universidad de Toronto, Canadá. El parche es una tirita más pequeña que una estampilla. Se inyecta a través de una jeringa y, una vez en el órgano, replica un tejido. Está en fase experimental y será probado en seres humanos.
Un grupo de científicos de la Universidad de Toronto, en Canadá, desarrolló parches inyectables que pueden servir para reparar el tejido de órganos que haya resultado dañado. Así lo publicó ayer la revista científica Nature: según el texto, los parches podrían ayudar a regenerar tejido sin tener que atravesar tratamientos in
vasivos. Y aunque aún no han hecho pruebas con humanos, el equipo de ingenieros biomédicos que trabajó en la investigación se entusiasma con los resultados obtenidos tras tres años de trabajo en el laboratorio.
El parche, según la descripción en Nature, es una especie de “tirita” un poco más chica que una estampilla postal. Podría servir, por ejemplo, “para tratar un corazón dañado por un infarto de miocardio a través de la regeneración celular sin que haga falta una cirugía a corazón abierto o un tratamiento invasivo”, dijo Milica Radisic, la científica que encabezó la investigación. Ese parche, hecho con láminas 3D fabricadas con polímeros biocompatibles y biodegradables, entraría al cuerpo ya no a través de un implante, sino a través de una inyección con una aguja más bien pequeña. El objetivo central del parche es replicar con exactitud el tejido humano. “Un desarrollo así puede ser muy importante ya que permitiría revertir la necrosis celular no programada que implica cualquier infarto, es decir, la muerte de células que ocurre cuando una persona se infarta: en Argentina, eso pasa una vez cada quince minutos”, explicó el médico cardiólogo y nefrólogo Gabriel Lapman en diálogo con Clarín. Para él, “si surge la posibilidad de reparar un corazón con estos parches, rápidamente tendrías un corazón hipotéticamente sano y eso daría tiempo a reparar la enfermedad coronaria que ocasionó el infarto a través de un stent o un bypass”.
“AngioChip” es el nombre que los investigadores de Canadá le dieron al dispositivo coronario que desarrollaron, que tiene sus propios vasos sanguíneos y células que logran sostener el ritmo cardíaco de manera constante. En este momento, según la publicación de Nature, en Toronto experimentan con los tejidos artificiales in- yectables para encontrar medicamentos que sean compatibles con su uso, y para detectar posibles efectos secundarios. A la vez, el equipo de ingenieros biomédicos trabaja en determinar que el material de los parches sea estable en el largo plazo y en comprobar que su función cardíaca pueda mantenerse. Y empiezan a investigar el uso de parches inyectables en otros órganos, especialmente el hígado. “Las células del corazón son extremadamente sensibles, y si podemos hacerlo con ellas es posible que podamos hacerlo con otros tejidos también”, aportó a Nature Miles Montgomery, que es parte del equipo de la Universidad de Toronto.
Sin embargo, las pruebas todavía no se han hecho en seres humanos: una vez que se desarrolla una especie de cultivo en el que el material del parche se integra a células cardíacas reales, se deja que eso crezca y se inyecta a ratas y cerdos de laboratorio. “Cuando el parche sale de la aguja, se despliega la ‘tirita’ que se acopla al órgano que debe repararse”, sostuvo Radisic.
“Se trataría de un tratamiento reactivo, es decir, que llega después de que a ese órgano le pase algo. En el caso del corazón, sería después de un infarto”, aseguró Lapman. Para él, este avance “no impide que terminemos apuntando a los factores de riesgo, ya que este tratamiento ni te disminuye el colesterol, ni te hace alimentarte mejor, ni ser menos sedentario, pero sirve para ‘resetear’ un corazón que quedó secuelado tras una lesión, y eso, luego del tratamiento de la afección coronaria, puede disminuir el riesgo de que se desarrolle una insuficiencia cardíaca”.
Los experimentos realizados hasta ahora con ratas permitieron que los investigadores comprobaran que la función cardíaca puede mejorar si se aplica la inyección luego de un ataque al corazón y que los ventrículos lesionados logran bombear más sangre que antes de recibir el parche.
“Actualmente, un infarto se puede tratar por la vía farmacológica, o a través de un tratamiento hemodinámico como el stent, o con una cirugía de bypass. Esto permitiría regenerar tejido dañado sin llegar a esos tratamientos”, enfatiza Lapman.
 
 
Fuente: Canadá
Actualmente, la fabricación de productos farmacéuticos implica la creación de complejas moléculas orgánicas que requieren varios pasos químicos y un fuerte uso energía. El proceso también genera abundantes cantidades de residuos perjudiciales para el medio ambiente (y habitualmente tóxicos).
En el corazón de muchos productos farmacéuticos populares están las diaminas vecinales, que contienen enlaces químicos carbono-nitrógeno, una base bioactiva para la medicina. Según explica Song Lin, profesor asistente de química, muchos agentes terapéuticos ampliamente consumidos tienen estas diaminas, incluyendo los medicamentos para la gripe con receta médica, la penicilina y algunos medicamentos contra el cáncer.
Lin y su equipo han desarrollado una técnica que crea estas diaminas más fácilmente y sin residuos tóxicos. El proceso utiliza electricidad y química –electroquímica– y posteriorme emplea manganeso, un manterial abundante en la Tierra.
“El proceso actual genera una gran cantidad de residuos para conseguir este enlace químico. Cuando se puede crear un producto de forma electrosintética, en lugar de químicamente, es mucho más sencillo y sostenible”, asegura Lin.
 
 
Fuente: El Economista – España
Un grupo de científicos rosarinos liderado por Sara Feldman, investigadora independiente del CONICET, participó en un trabajo multidisciplinario de ingeniería de tejidos, en el que se desarrolló y aplicó en un modelo in vivo – es decir en seres vivos – un gel biodegradable que promueve la reconstrucción de tejido óseo y que podría reemplazar a las prótesis tradicionales en algunos tipos de lesiones.Los resultados de este trabajo realizado en colaboración con investigadores del Instituto Bioforge de la Universidad de Valladolid, España, de la Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos (PROIMI) dependiente del CONICET, y de la Facultad de Odontología de la Universidad de Ribeirão Preto, Brasil, fueron publicados en la revista Tissue Engineering.
 
El equipo aplicó el gel biodegradable en un modelo de lesión experimental en conejos. Luego de 90 días se demostró que este material había promovido la formación de un tejido de constitución y apariencia muy similar a la estructura ósea original en el lugar de la lesión.
El gel fue sintetizado mediante técnicas de biología molecular y entre sus componentes tiene derivados de la elastina natural, secuencias para proteínas de adhesión celular y de una proteína llamada BMP-2 que promueve el desarrollo óseo.
Una de las características llamativas de este gel es que, a la inversa de las gelatinas más conocidas, se encuentra en estado líquido a bajas temperaturas y gelifica cuando sobrepasa los cuatro grados centígrados. Esta particularidad hizo que el equipo del Laboratorio de Biología Osteoarticular, Ingeniería Tisular y Terapias Emergentes (Laboatem) tuviera que desarrollar técnicas quirúrgicas especiales para poder aplicarlo.
“Además de las condiciones de esterilidad necesarias para cualquier cirugía, tuvimos que trabajar todo en frío, incluso el instrumental, para que la matriz permaneciera en estado líquido hasta que la colocáramos en la lesión y comenzara a gelificar con la temperatura del cuerpo”, describió la investigadora, quien dirige el Laboatem de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario.
Los científicos testearon el material biodegradable en un tipo de lesión femoral donde si no se coloca un implante se genera un tejido fibrosado estructural y funcionalmente muy diferente del original. Con la aplicación del gel a los pocos días de la cirugía los conejos ya tenían una marcha semejante a la habitual lo que significa que no había procesos inflamatorios ni rechazos. Los estudios se complementaron con análisis bioquímicos a lo largo de todo el periodo de estudio y en ningún momento se observó algún parámetro alterado.
“Hicimos los estudios tomográficos con reconstrucción tridimensional de los huesos y observamos que las lesiones estaban reparadas, con una superficie cortical casi regenerada, y nos costaba discriminar a simple vista el lugar del implante. Además, a través de los estudios histológicos encontramos zonas de calcificación y osteoblastos, características del tejido óseo”, detalla Feldman.
Una vez que el material se inserta en la lesión comienza a promover la proliferación de las células que lo rodean, éstas colonizan el tejido y forman una matriz extracelular semejante al hueso. A medida que el material va cumpliendo su función se degrada y desaparece al final del proceso.
Según explicó Feldman este tipo de geles son matrices de tercera generación. Las de primera generación son los implantes de huesos; las de segunda generación son las prótesis metálicas que reciben diversos tipos de tratamiento para evitar que el cuerpo las rechace, y las matrices derivadas de productos naturales. Se denomina de tercera generación a aquellas matrices que son temporales, biodegradables, no son tóxicas para las células y pretenden generar el tejido en condiciones lo más similares al tejido original faltante.
“Con las pruebas que hicimos pudimos realmente analizar la viabilidad de esta matriz de tercera generación en un modelo in vivo que es distinto a estudiarlo in vitro – en células en cultivo – porque permite observar si hay efectos secundarios indeseables, si se adapta al tejido circundante y si genera algún tipo de rechazo inmunológico”, señala Feldman y concluye “estudios como estos muestran que la ingeniería de tejidos ya no es una utopía, sino que se pueden brindar respuestas para reparaciones in vivo”.
 
 
Fuente: CONICET
La charla se realizará en el marco dela jornada de actualización y debate sobre incumbencias farmacéuticas y bioquímicas que organiza la Secretaría de extensión de esa Unidad Académica de la Universidad de Buenos Aires.
El temario incluirá el debate sobre incumbencias farmacéuticas y bioquímicas: la protección legal del trabajo profesional y de la salud de la población;  la actividad conjunta de las universidades y los colegios profesionales, el solapamiento con otras profesiones y el respaldo legal ante presentaciones administrativas y acciones institucionales.
Además de una análisis de situación de las actividades reservadas a farmacéuticos y bioquímicos: productos médicos, análisis clínicos, esterilización, farmacia magistral, investigación y desarrollo de medicamentos, droguerías y distribuidoras, productos biológicos, biotecnología y otras. Dirección técnica de la industria farmacéutica.
También formarán parte del encuentro Cristina Arranz, Decana de la Facultad de Farmacia y Bioquímica;  Manuel Limeres, Presidente de la Academia Nacional de Farmacia y Bioquímica ;  José María Oyhamburu, Presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos y Bioquímicos de la Capital Federal; Rubén Sajem, Presidente de la Sección de Farmacéuticos del Colegio Oficial de Farmacéuticos y Bioquímicos de la Capital Federal, y  Federico Montes de Oca, Vicepresidente de la Asociación Argentina de Farmacia y Bioquímica Industrial.
Domingo, 29 Noviembre -0001 20:06

Cáncer de próstata

Investigadores estadounidenses han diseñado modelos matemáticos que predicen la respuesta que los pacientes con cáncer de próstata van a tener a la quimioterapia docetaxel, terapia estándar para este tumor pero que provoca efectos secundarios que obligan a suspender el tratamiento a entre el 10 y el 20 por ciento de los enfermos.
En concreto, el trabajo de los expertos, publicado en el ‘Journal of Clinical Oncology Clinical Cancer Informática’, ha consistido en conectar cualquiera de las 129 mediciones clínicas basales a la posibilidad de la interrupción del docetaxel. En total, 34 equipos internacionales presentaron 61 modelos y, de ellos, siete presentaron modelos con una capacidad predictiva alta.
Así, los factores clínicos más predictivos fueron las mediciones de hemoglobina, fosfatasa alcalina, aspartato aminotransferasa y el antígeno específico de la próstata, entre otros. Curiosamente, después de que la competencia terminara oficialmente, estos siete mejores equipos decidieron colaborar creando un modelo combinado que era más predictivo que cualquiera de las presentaciones por sí sola.
“Los siete grupos de todo el mundo, Finlandia, Alemania, Canadá, Israel y Estados Unidos, nunca se habían reunido formalmente antes del desafío, por lo que es un ejemplo realmente emocionante del poder de la colaboración científica”, ha comentado el investigador del Centro de Cáncer de la Universidad de Colorado, James Costello.
El modelo combinado consiguió estratificar a los pacientes en grupos con bajo y alto riesgo de discontinuación de docetaxel debido a eventos adversos. El proyecto ha sido supervisado como un esfuerzo de colaboración entre 16 instituciones, dirigidas por instituciones de investigación académica, incluyendo el Centro de Cáncer de la Universidad de California, las iniciativas de datos abiertos, incluyendo ‘Project Data Sphere’, ‘Sage Bionetworks’ y ‘DREAM Challenges’, así como Sanofi, AstraZeneca y La Fundación del Cáncer de Próstata.
 
 
Fuente: El Economista -España