El próximo 4 de febrero se conmemora el Día Mundial Contra el Cáncer, una iniciativa de la Unión Internacional Contra el Cáncer (UICC) que bajo el lema “Nosotros podemos, yo puedo” tiene el objetivo de visibilizar la problemática de las enfermedades oncológicas, los desafíos de su atención y las mejores formas de prevenirlas y tratarlas.
En Argentina, según la Agencia Internacional de Investigaciones en Cáncer (IARC), para 2035 aumentarán 50% la incidencia de la enfermedad y 55,7% las muertes por esta causa. Si bien el descubrimiento de tratamientos innovadores puede ayudar a resolver y mejorar este escenario, los avances en la medicina sólo adquieren sentido si pueden llegar a los pacientes. Así, a través del trabajo en cuatro pilares clave: “concientización”, “diagnóstico”, “equipo capacitado” y “financiación”, Roche buscar acelerar el proceso de acceso de los pacientes a los tratamientos para el cáncer.
Mientras que la concientización sobre la enfermedad y sus síntomas resulta esencial para la detección temprana, el diagnóstico es vital para asegurar que los pacientes reciban el tratamiento adecuado de acuerdo a sus necesidades concretas. Además del desarrollo de tratamientos innovadores es necesario contar con un equipo capacitado, con profesionales entrenados y con el equipamiento adecuado; así como con la financiación para el reembolso de medicamentos y tests diagnósticos para que los pacientes puedan ser protegidos de la carga financiera que implica la enfermedad.
Según la UICC facilitar el acceso a todos los pacientes es fundamental para maximizar los resultados del tratamiento y la calidad de vida de las personas que padecen la enfermedad. La problemática del acceso es compleja, multidimensional y requiere trabajar en conjunto. Sumar esfuerzos para forjar alianzas innovadoras y multisectoriales que movilicen a la sociedad civil, a los gobiernos y a todos los sectores vinculados con la atención del cáncer.
nyectar cantidades diminutas de dos agentes inmunoestimulantes directamente en tumores sólidos en ratones puede eliminar todos los rastros de cáncer en los animales, incluidas las metástasis distantes y no tratadas, según un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, en Palo Alto, California, EEUU. El enfoque funciona para muchos tipos diferentes de cánceres, incluidos los que surgen espontáneamente, según el estudio.
Los científicos creen que la aplicación local de cantidades muy pequeñas de los agentes podría servir como una terapia contra el cáncer rápida y relativamente barata que es poco probable que cause los efectos secundarios adversos que a menudo se observan con la estimulación inmune en todo el cuerpo.
“Cuando usamos estos dos agentes juntos, vemos la eliminación de tumores en todo el cuerpo -explica Ronald Levy, profesor de Oncología-. Este enfoque evita la necesidad de identificar objetivos inmunes específicos del tumor y no requiere la activación al por mayor del sistema inmune o la personalización de las células inmunes de un paciente”.
Un agente ya está aprobado para su uso en humanos; el otro ha sido probado para emplearse en humano en varios ensayos clínicos no relacionados. En enero se lanzó un ensayo clínico para evaluar el efecto del tratamiento en pacientes con linfoma. Levy, catedrático de la Facultad de Medicina, es el autor principal del estudio, que se publica este miércoles en Science Translational Medicine. La profesora de Medicina Idit Sagiv-Barfi es la autora principal.
Levy es pionera en el campo de la inmunoterapia contra el cáncer, en la que los científicos tratan de aprovechar el sistema inmunitario para combatir el cáncer. La investigación en su laboratorio condujo al desarrollo de rituximab, uno de los primeros anticuerpos monoclonales aprobados para su uso como tratamiento anticancerígeno en humanos.
Algunos enfoques de inmunoterapia dependen de la estimulación del sistema inmune en todo el cuerpo; otros se dirigen a puntos de control naturales que limitan la actividad anticancerígena de las células inmunes. Aún otros, como la terapia de células T CAR recientemente aprobada para tratar algunos tipos de leucemia y linfomas, necesitan que las células inmunológicas de un paciente se eliminen del cuerpo y se modifiquen genéticamente para atacar las células tumorales.
Muchos de estos enfoques han sido exitosos, pero tienen desventajas, desde efectos secundarios difíciles de manejar hasta tiempos de preparación o tratamiento de alto costo. “Todos estos avances en inmunoterapia están cambiando la práctica médica -señala Levy-. Nuestro enfoque utiliza una sola aplicación de cantidades muy pequeñas de dos agentes para estimular las células inmunes solo dentro del tumor. En los ratones, vimos efectos sorprendentes en todo el cuerpo, incluida la eliminación de tumores en todo el animal”.
Los cánceres a menudo existen en un extraño tipo de limbo con respecto al sistema inmune y las células inmunes como las células T reconocen las proteínas anormales que a menudo están presentes en las células cancerosas y se infiltran para atacar el tumor. Sin embargo, a medida que el tumor crece, suele diseñar formas de suprimir la actividad de las células T.
El método de Levy funciona para reactivar las células T específicas para el cáncer inyectando cantidades de microgramos de dos agentes directamente en el sitio del tumor. Un microgramo es una millonésima de gramo. Uno de ellos, un tramo corto de ADN llamado oligonucleótido CpG, funciona con otras células inmunes cercanas para amplificar la expresión de un receptor activador llamado OX40 en la superficie de las células T.
El otro, un anticuerpo que se une a OX40, dispara las células T para dirigir la carga contra las células cancerosas. Debido a que los dos agentes se inyectan directamente en el tumor, solo se activan las células T que se han infiltrado en él. Estas células T son “preseleccionadas” por el cuerpo para reconocer solo proteínas específicas del cáncer.
Algunas de estas células T activadas por tumores dejan el tumor original para encontrar y destruir otros tumores idénticos en todo el cuerpo. El enfoque funcionó sorprendentemente bien en ratones de laboratorio con tumores de linfoma de ratón trasplantados en dos sitios en sus cuerpos. Inyectar en un sitio del tumor los dos agentes causó la regresión no solo del tumor tratado, sino también del segundo tumor no tratado. De esta manera, se curó el cáncer en 87 de 90 ratones.
Aunque el cáncer recidivó en tres de los ratones, los tumores retrocedieron nuevamente después de un segundo tratamiento. Los investigadores observaron resultados similares en roedores con tumores de mama, colon y melanoma.
Los animales genéticamente modificados para desarrollar espontáneamente cánceres de mama en las diez almohadillas mamarias también respondieron al tratamiento. El tratamiento del primer tumor que surgió a menudo evitó la aparición de futuros tumores y elevó significativamente la esperanza de vida de los animales, hallaron los investigadores.
Finalmente, Sagiv-Barfi exploró la especificidad de las células T trasplantando dos tipos de tumores a los ratones. Trasplantó las mismas células cancerosas de linfoma en dos lugares y una línea celular de cáncer de colon en un tercer lugar. El tratamiento de uno de los sitios de linfoma causó la regresión de ambos tumores de linfoma, pero no afectó al crecimiento de las células de cáncer de colon.
Fuente: El Economista (España)
La prevalencia pacientes ingresados por cáncer que presentan interacciones farmacológicas clínicamente relevantes es del 26,1 por ciento. Así lo describe un estudio publicado en la revista Farmacia Hospitalaria (la publicación oficial de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, SEFH) que analiza las interacciones detectadas en el Virgen de la Arrixaca (Murcia) durante un mes.
Fueron 1.850 las interacciones detectadas, en 218 tratamientos. La prevalencia de tratamientos con interacción de nivel C (que aconseja un seguimiento) fue del 94,1 por ciento. La presencia de interacciones que aconsejaban una modificación del tratamiento o estaban claramente contraindicadas (niveles D y X) fue del 26,1 por ciento.
Los hospitales tienen especial cuidado con los pacientes oncohematológicos pues reciben antineoplásicos asociados con tratamientos de soporte, así como otros fármacos para tratar síndromes relacionados con el tratamiento. Además, los medicamentos que reciben suelen tener un estrecho margen terapéutico.
El trabajo, liderado por la farmacéutica María Sacramento Díaz Carrasco, indica que la mayoría de interacciones detectadas se produjeron entre fármacos de soporte y los destinados al tratamiento de comorbilidades, principalmente hipertensión arterial y diabetes.
Los antineoplásicos no son los protagonistas
Los fármacos más involucrados en interacciones son los analgésicos opioides, seguidos por antipsicóticos (butirofenonas), benzodiacepinas, pirazolonas, glucocorticoides y heparinas. Las interacciones con antineoplásicos fueron mínimas, principalmente con paclitaxel o del metamizol con varios medicamentos.
Las interacciones más frecuentes del nivel X, que aconsejan evitar esa mezcla, fueron las de haloperidol con bromuro de tiotropio y domperidona, ipratropio asociado a butilescopolamina o dexclorfeniramina o linezolida asociado a morfina. La interacción más frecuente de todas fue, sin embargo, la de enoxaparina con metamizol magnésico, perteneciente al nivel C.
“Los resultados del estudio ahondan en la dificultad para valorar las interacciones farmacéuticas en la práctica clínica, en cuanto a gravedad potencial y repercusión en la terapia, así como en la necesidad de usar y comparar distintas bases de datos para la toma de decisiones”, concluye el trabajo.
Fuente: Redacción Médica (España)
Un equipo internacional de investigadores ha desarrollado una prueba de sangre no invasiva que podría permitir la detección temprana de ocho tipos comunes de cáncer, según publica un artículo de la revista Science.
La descripción de esta prueba, basada en un análisis combinado de ADN y proteínas, es el resultado del trabajo de un equipo liderado por Joshua Cohen, del Centro Ludwig de Investigación del Cáncer, en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, Baltimore (EE.UU.).
El diagnóstico del cáncer antes de que se produzca metástasises una de las claves para reducir las muertes por estas enfermedades en el futuro, asegura Science.
Este nuevo método de diagnóstico está en principio diseñado para tratar de detectar el cáncer de ovario, hígado, estómago, páncreas, esófago, colorrectal, pulmón y mama.
En concreto, CancerSEEK, como se ha denominado a esta prueba, analiza mutaciones en 16 genes que están vinculadas a distintos tumores, así como 10 biomarcadores de proteínas circulantes en sangre.
Los investigadores estudiaron un total de 1.005 pacientes que habían sido diagnosticados con ocho tipos comunes de cáncer pre-metastásico -estos fueron diagnosticados en base a los síntomas de la enfermedad-.
En el trabajo también se incluyó el estudio a 850 individuos sanos.
Así, los científicos lograron que este test detectara cáncer con una sensibilidad de entre 69 y 98 por ciento -dependiendo del tipo de tumor- en estos más de mil pacientes.
Además, constataron que la probabilidad de que una persona sana reciba un resultado falso positivo “es muy baja”.
Para los responsables de este trabajo, el objetivo final de CancerSEEK es detectar el cáncer aún antes de que la enfermedad sea sintomática.
Los científicos estiman que el costo de este examen de sangre único podría ser inferior a los 500 dólares (408 euros), lo que supone una cuantía comparable o menor que algunas de las pruebas de revisión actuales, como la colonoscopia para el cáncer de colon.
Fuente: EFE
Las inmunoterapias, esto es, los tratamientos diseñados para potenciar la actividad del sistema inmunitario, constituyen una de las opciones terapéuticas más novedosas y prometedoras en la lucha contra el cáncer. De hecho, a día de hoy ya se han aprobados distintos fármacos inmunoterápicos que, caso muy especialmente de los inhibidores de la ‘proteína de muerte celular programada 1’ (PD-1), resultan muy eficaces en el tratamiento de distintos tipos de tumores. El problema es que estos fármacos solo funcionan en una cuarta parte de los pacientes. Un aspecto a tener muy en cuenta dado que las inmunoterapias, tal y como ocurre con todos los tratamientos, no están exentas de efectos secundarios. Entonces, ¿cómo saber si un paciente responderá o no a la inmunoterapia? Pues investigadores de la Universidad de Michigan en Ann Arbor (EE.UU.) podrían haber hallado la forma de averiguarlo.
Concretamente, el estudio, publicado en la revista «Journal of Clinical Investigation», muestra que la respuesta –o no– a la inmunoterapia parece estar condicionada por la cantidad de células presentadoras de antígeno que expresan la proteína ‘PD-L1’ y que se encuentran en torno al tumor.
Como explica Weiping Zou, director de la investigación, «las células presentadoras de antígeno son la verdadera guía. La expresión de ‘PD-L1’ en estas células es la responsable de la respuesta al tratamiento. Un hallazgo que cambia nuestra comprensión de las terapias para la inhibición de los puntos de control y de los biomarcadores que pueden predecir la eficacia clínica».
No es la PD-L1 tumoral
Las células tumorales cuentan con diversos mecanismos para evitar ser destruidas por el sistema inmune. Es el caso de la expresión de una proteína de superficie que, denominada ‘ligando 1 de muerte programada’ (PD-L1), se une específicamente a la PD-1 que se encuentra en la superficie de los linfocitos T y que actúa como ‘punto de control’ –o ‘checkpoint’– inmunológico. Y es que lo que hace esta PD-1 es suprimir la actividad de estos linfocitos T y, así, ‘apagar’ o bloquear la respuesta inmune, lo que da como resultado es que el tumor tenga vía libre para crecer y expandirse por el organismo.
Pero, ¿no hay nada que se pueda hacer? Pues sí. Se trata, simple y llanamente, de inhibir la PD-L1 o la PD-1 para que el organismo siga contando con un sistema inmunitario para combatir el tumor. La buena noticia es que el arsenal terapéutico ya cuenta con fármacos aprobados para bloquear la PD-L1 o la PD-1, siendo el requisito para su administración que losa células tumorales del paciente expresen la PD-L1. Sin embargo, estos fármacos no siempre funcionan en todos los pacientes cuyos tumores expresan esta PD-L1. Y por el contrario, sí han resultado eficaces en otros pacientes cuyas células cancerígenas no llegan a expresarla. Por tanto, parece que la clave no está en la presencia –o ausencia– de PD-L1.
Las células presentadoras de antígeno son la verdadera guía, pues su expresión de PD-L1 es la responsable de la respuesta al tratamiento
Como indica Weiping Zou, «la pregunta es: ¿por qué funciona en unos pacientes y en otros no? La verdad es que no entendemos muy bien el mecanismo por el que funciona. Y claramente, PD-L1 no es un marcador viable».
En el estudio, los autores utilizaron modelos animales –ratones– de cáncer colorrectal, de ovario, de pulmón y melanoma con el objetivo de analizar cómo influye la presencia de la proteína PD-L1 en la respuesta a la inmunoterapia. Y lo que vieron que la respuesta estaba condicionada no por la expresión de esta proteína, sino por la presencia en el microambiente tumoral de células presentadoras de antígeno –esto es, las células, muy especialmente las células dendríticas, que se encuentran cerca de los ganglios linfáticos y que son responsables de mostrar al resto del sistema inmune quién es el enemigo para que desencadene una respuesta ‘orquestada’ frente al mismo.
¿También en humanos?
En el año 2003, los propios autores ya publicaron un estudio en el que se vio que las células dendríticas expresan PD-L1 y que el bloqueo de esta PD-L1 en estas células presentadoras de antígeno conllevaba una regresión del tumor. Un hallazgo, por tanto, que podría interpretarse como un primer indicio de que las células dendríticas podrían ser un marcador de la eficacia de las inmunoterapias –pero en 2003 las inmunoterapias estaban en aún dando sus primero pasos y no había ningún fármaco inmunoterápico aprobado, por lo que no había manera de saber si el resultado tenía ninguna relevancia en este sentido.
Pero, más allá de los estudios con ratones, ¿la cantidad de células dendríticas puede ser un marcador de eficacia de las inmunoterapias también en los seres humanos? Pues sí. Los autores también analizaron muestras de tejido de melanoma y de cáncer de ovario tomadas a pacientes tratados con inmunoterapia. Y lo que vieron es que, una vez más, había una clara asociación entre el porcentaje de células presentadoras de antígeno que expresaban PD-L1 y la respuesta clínica al tratamiento.
Fuente: ABC España ( España )
Una nueva prueba de biomarcadores desarrollada por investigadores del Centro Integral del Cáncer de Georgetown, en Estados Unidos, y sus colegas puede ayudar a predecir, con una certeza de hasta 90 por ciento, qué compuestos químicos pueden causar daño en el ADN que podría provocar cáncer, según se informa en un artículo publicado este lunes en ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’.
Las pruebas de laboratorio actuales que evalúan la posible toxicidad en humanos debido a la exposición a compuestos químicos a menudo resultan en un alto número de resultados falsos positivos de agentes que pueden inducir daño en el ADN. Muchos de estos resultados positivos pueden reflejar toxicidad celular a altas dosis químicas en lugar de la genotoxicidad real (daño al ADN o a los genes), de forma que estos resultados falsos positivos a menudo conducen a pruebas de seguimiento costosas y que requieren mucho tiempo.
La falta de una prueba precisa, rápida y de alto rendimiento que evalúe la genotoxicidad ha sido un cuello de botella importante en el desarrollo de nuevos fármacos, así como en los ensayos sobre sustancias por parte de compañías químicas, cosméticas y agrícolas, dice uno de los investigadores de este trabajo, Albert J. Fornace Jr., profesor en los departamentos de Bioquímica y Biología Molecular y Celular, Oncología y Medicina Radiológica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Georgetown, y miembro del Centro Integral Lombardi sobre Cáncer de Georgetown, en Estados Unidos.
Esta necesidad se ve agravada por el hecho de que miles de productos químicos ya en uso han tenido poca evaluación toxicológica, si es que han tenido alguna, agrega. “Además, existe un mandato creciente para reducir las pruebas en animales”, dice Fornace, señalando que, en la Unión Europea, ya están prohibidas las pruebas con animales para ingredientes en productos cosméticos.
DETECCIÓN DE ALTO RENDIMIENTO
La nueva prueba, un panel de biomarcadores denominado TGx-DDI, se basa en genes que se transcriben o expresan activamente en una célula. Estos genes reflejan vías particulares que responden a varios tipos de estrés y pueden proporcionar más información sobre cómo las células responden a un tipo particular de lesión, en particular daño al ADN.
Aunque ha habido muchos estudios que han utilizado la expresión génica para medir las respuestas a las lesiones, una característica clave del enfoque actual es el desarrollo de un panel de biomarcadores de genes que puedan identificar el estrés debido al daño en el ADN.
Después de haber desarrollado el sólido panel de biomarcadores, un consorcio de investigadores académicos, gubernamentales y de la industria, organizado por el Instituto de Ciencias de la Salud y el Medio Ambiente, una organización sin fines de lucro a nivel mundial, seleccionó muchos productos químicos y medicamentos que representan distintas clases de sustancias tóxicas.
Los productos químicos incluían agentes conocidos que dañan el ADN, productos químicos que se sabe que son negativos para la genotoxicidad y no causan cáncer, y productos químicos que se conoce que no causan cáncer, pero que dieron resultados positivos en ensayos de genotoxicidad de laboratorio más antiguos.
Todos los agentes que dañan el ADN dieron positivo con la nueva prueba. Todos los productos químicos que se sabe que son negativos para la genotoxicidad y que no causaron cáncer dieron resultados negativos. Es importante destacar que nueve de cada diez resultados fueron negativos para los productos químicos que se sabe que no desatan cáncer, pero que mostraron un resultado positivo en las pruebas de genotoxicidad de laboratorio convencionales.
“En comparación con las pruebas más antiguas, nuestro enfoque permite una detección muy precisa y de alto rendimiento de los compuestos químicos que causan daño en el ADN y, potencialmente, cáncer en los humanos”, concluye Fornace.
Fuente: El Economista – España
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| El Centro de Investigación Biomédica en Red de Cáncer (CIBERONC), a través del grupo de investigación liderado por Xosé R. Bustelo, perteneciente también al Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca, acaba de descubrir que el gen VAV1, habitualmente implicado en la formación de una amplia gama de tumores, puede también ejercer papeles implicados en la supresión de algunos tipos específicos de leucemia linfoblástica aguda de linfocitos T. Esta leucemia es el cáncer pediátrico más frecuente y, todavía hoy, tiene muchos retos para un diagnóstico y tratamiento adecuados. Este descubrimiento acaba de ser publicado en Cancer Cell.
Los linfocitos T son células del sistema inmune que tienen por función el reconocimiento y destrucción de células de nuestros órganos que se han convertido en cancerosas o que han sido infectadas por virus u otros patógenos. También están a cargo de la regulación de otras células del sistema inmune implicadas en la destrucción de cualquier agente externo que invada nuestro organismo como pueden ser productos químicos o bacterias. Pese a estas funciones positivas, los linfocitos T sufren en algunos casos alteraciones genéticas que los hacen pasar de agentes protectores a células malignas causantes de tumores. Uno de los cánceres más frecuentes que se originan a partir de estas células es la denominada leucemia linfoblástica aguda de linfocitos T (LLA-T). Este tumor es el más frecuente en niños en nuestro país y también afecta a un número significativo de adultos. Los porcentajes de curación de esta enfermedad han mejorado a lo largo de estos últimos años, aunque todavía presenta importantes retos como son el tratamiento de pacientes que son resistentes a las terapias actuales o que recaen tras la aplicación de las mismas. Debido a ello, la supervivencia de los pacientes con estos tumores (68% de los casos) es todavía hoy muy mejorable desde el punto de vista clínico. La formación de LLA-T, al igual que en muchos otros cánceres, está causada por la acumulación de múltiples alteraciones genéticas. Estas alteraciones, denominadas mutaciones, causan la activación de genes que actúan como “aceleradores” de la malignización de las células y, al mismo tiempo, la inactivación de otros genes que actúan como “frenos” del proceso de tumorigénico. Éstos últimos genes frenan el crecimiento de las células que han sufrido alteraciones genéticas o, alternativamente, inducen la muerte de las mismas a través de un mecanismo conocido como “suicidio celular”. El objetivo de la medicina personalizada es que, a través del conocimiento de estas alteraciones genéticas, se puedan desarrollar terapias adecuadas que permitan la eliminación de las células cancerosas. Sin embargo, un gran problema que existe en este campo es que, dados los múltiples cambios genéticos que una célula tumoral alberga, es difícil identificar los genes alterados que actúan como acelerador y freno en la formación de tumores. Una complicación adicional es que muchas de estas alteraciones son diferentes dependiendo del tipo tumoral que se estudie y, en muchos casos, incluso del subtipo clínico de un mismo tumor. En un artículo que se publica hoy en la revista Cancer Cell, una investigación multicéntrica liderada por el CIBERONC y el Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca ha identificado un gen que actúa como un freno clave en la formación de la LLA-T. A través del uso de ratones modificados genéticamente, líneas celulares representativas de LLA-T y células derivadas de pacientes, este trabajo permitió identificar a VAV1 como uno de genes supresores que evitan la formación de estos tumores y, posteriormente, establecer el mecanismo molecular que media este efecto antitumoral. Este mecanismo se basa en controlar los niveles de una proteína, denominada ICN1, que actúa como acelerador en la formación de estos tumores. Como resalta el Dr. Bustelo, “Nuestro trabajo ha demostrado que VAV1, a través de la formación de un complejo multiproteico con la proteína CBL-B, “come” literalmente al acelerador ICN1 haciendo que éste desaparezca de las células tumorales. Esto hace que se pare el crecimiento de las mismas y que eventualmente se mueran”. El trabajo también ha identificado la estrategia que las células tumorales desarrollan para eliminar este freno, el cual se basa la generación de alteraciones genéticas que provocan la activación espuria de unas proteínas denominadas TLX. Éstas reprimen la expresión del gen VAV1 en las células tumorales mutadas y, como consecuencia, “borran” el freno que para la expansión incontrolada de las mismas. “Pese a ello – añade el Dr. Bustelo– hemos podido demostrar que si reactivamos VAV1 podemos volver a parar el crecimiento de estas células alteradas genéticamente e inducir su muerte de forma muy rápida. Esto sugiere que, a largo plazo, podría ser factible el diseño de vías terapéuticas que pudiesen reproducir el mismo efecto en pacientes”. VAV1 muestra un comportamiento de Dr. Jekyll o Mr. Hyde dependiendo del tipo tumoral Una sorpresa que surgió en este trabajo fue el hecho mismo del descubrimiento de VAV1 como un gen implicado en la supresión tumoral. Ello se debe a que trabajos previos habían demostrado que este gen y otros similares favorecen el crecimiento y metástasis de diversos tipos tumorales. Según destaca el primer firmante de este trabajo, el Dr. Javier Robles-Valero, “Esto indica que estos genes pueden actuar como el famoso Dr. Jekyll and Mr. Hyde del libro de Stevenson dependiendo del tipo de células o tumor en el que se encuentren activos”. Sin embargo, el trabajo que se publica en Cancer Cell también ha permitido descubrir que estas dos funciones antagónicas de VAV1 se ejecutan a través de procesos moleculares diferentes. Esto sugiere que se podrán diseñar terapias específicas en un futuro inmediato que permitan inactivar las funciones protumorales o recrear las funciones antitumorales de este gen dependiendo del tipo de alteración del mismo en pacientes. Como apunta el Dr. Bustelo, “Esto nos hará replantear nuestros estudios en un futuro inmediato, puesto que hasta ahora todo el esfuerzo del laboratorio se había centrado en inhibir al Mr. Hyde que causa tumores. A partir de ahora también tendremos que ver a través de qué estrategias podremos mantener o volver al Dr. Jekyll antitumoral cuerdo todo el tiempo”. Apoyo al trabajo Este trabajo representó un tour de force de casi seis años en los que colaboraron investigadores españoles traslacionales y clínicos pertenecientes al CIBERONC, el Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca, la Universidad de Salamanca, el CSIC, el Institut del Mar d’Investigacions Mèdiques de Barcelona y el Hospital Sant Joan de Déu de Esplugues del Llobregat. Como apunta el Dr. Bustelo, “Este trabajo es un buen ejemplo de cómo investigadores de distintos ámbitos pueden trabajar en común para abordar de forma efectiva un problema de relevancia biológica y clínica. En este sentido, el hecho de pertenecer al CIBERONC ha facilitado muy mucho este trabajo colaborativo”. La realización del trabajo fue posible gracias a financiación recibida desde el Ministerio de Economía y Competitividad, la Junta de Castilla y León, la Worldwide Cancer Research Foundation del Reino Unido, la Fundación Ramón Areces y la Asociación Española de Investigación contra el Cáncer. Fuente: Jano On Line |
Expertos adaptaron una técnica del campo de la evolución para confirmar que, en promedio, se necesitan de una a diez mutaciones para que aparezca el cáncer y mostraron que la cantidad de mutaciones que llevan al cáncer varía considerablemente entre diferentes tipos de cáncer.
En el estudio, publicado en ‘Cell’, el equipo desarrolló un enfoque para descubrir qué genes están implicados en la evolución del cáncer y cuántas mutaciones en esos genes conducen al cáncer. En el futuro, este tipo de enfoques podrían usarse en la clínica para identificar cuántas mutaciones en un paciente individual están activando su cáncer, de entre las miles de mutaciones presentes.
Hace más de 150 años, Charles Darwin describió cómo evolucionan las diferentes especies a través del proceso de selección natural. Los cánceres también se desarrollan por selección natural, actuando sobre las mutaciones que se acumulan en las células de nuestros cuerpos a lo largo del tiempo. En este estudio, los científicos aplicaron una perspectiva evolutiva a la cuantificación de la selección natural en 7.664 tumores en 29 diferentes tipos de cáncer.
Uno de los hallazgos del análisis fue que las mutaciones generalmente son bien toleradas por las células del cuerpo, algo sorprendente porque las mutaciones que los individuos heredan de sus padres a menudo son mal toleradas y generalmente se pierden en la especie humana a lo largo del tiempo. Sin embargo, en las células del cuerpo, a medida que el cáncer se desarrolla, casi todas las mutaciones persisten sin afectar a la supervivencia de la célula.
El equipo también catalogó los principales genes de cáncer responsables de 29 tipos de cáncer diferentes, detectando varios genes de cáncer nuevos y determinando cuán completas son las listas actuales de genes de cáncer. “Hemos abordado una cuestión de larga duración en la investigación del cáncer que se ha debatido desde la década de 1950: ¿cuántas mutaciones se necesitan para que una célula normal se convierta en una célula cancerosa? La respuesta es: un puñado pequeño. Por ejemplo, en promedio hay alrededor de cuatro mutaciones por paciente en cáncer de hígado, mientras que los cánceres colorrectales generalmente requieren aproximadamente diez mutaciones”, apunta el doctor Peter Campbell, autor principal del ‘Wellcome Trust Sanger Institute’.
MUCHOS GENES INVOLUCRADOS EN EL CÁNCER POR DESCUBRIR
A ello, el doctor Iñigo Martincorena, también del ‘Wellcome Trust Sanger Institute’, añade: “En el estudio, descubrimos que alrededor de la mitad de estas mutaciones clave que conducen al cáncer ocurren en genes que aún no se identifican como genes de cáncer. Ya hay mucha información sobre los genes más importantes involucrados en el cáncer; pero hay muchos más genes aún por descubrir. Necesitaremos reunir incluso más números de cánceres estudiados mediante secuenciación de ADN, decenas de miles, para encontrar estos genes evasivos”.
Los nuevos métodos de este estudio son un paso adelante en la atención personalizada del cáncer. En el futuro, se podrían usar técnicas similares en la clínica para identificar las mutaciones específicas responsables del cáncer de un paciente dado, entre las miles de mutaciones que se encuentran típicamente en cada tumor.
“Ahora sabemos de cientos de genes, que cuando mutan, conducen el cáncer. Esta investigación muestra que en todos los tipos de cáncer se necesita un número relativamente constante de estos genes mutados para convertir una única célula normal en una célula cancerosa, pero los genes específicos elegidos difieren de acuerdo con el tipo de cáncer“, destalla el profesor sir Mike Stratton, autor del estudio y director del ‘Wellcome Trust Sanger Institute’.
Y concluye: “El estudio también muestra que todavía no hemos identificado muchos de estos genes controladores y que serán el objetivo para seguir la búsqueda en el futuro. Esta comprensión cada vez más precisa de los cambios subyacentes que llevan al cáncer proporciona la base para descubrir y usar terapias dirigidas a tratar la enfermedad”.
Fuente: El Economista
En el día mundial de lucha contra el cáncer de mama, vale destacar el trabajo de dos científicas argentinas que buscan entender, una desde la Argentina, la otra desde los Estados Unidos, cómo las células cancerosas muchas veces logran resistir o escapar del ataque de la quimioterapia u otros tratamientos.
Con investigaciones diferentes, pero con un objetivo común, Vanesa Gottifredi y Sofia Merajver, buscan identificar, para luego poder atacar, el comportamiento de las células malignas para expandir su daño.
Tras el mecanismo de adaptación de las células malignas
¿Qué mecanismo de adaptación utilizan las células malignas en su proceso de replicación para evadir el efecto de la quimioterapia? Las investigaciones en torno a pregunta clave, además de su trayectoria, le valieron a la científica argentina Vanesa Gottifredi el premio Friedrich Wilhelm Bessel que otorga la prestigiosa Fundación Alexander von Humboldt de Alemania.
Gottifredi, oriunda de Salta, es jefa del Laboratorio de Ciclo Celular y Estabilidad Genómica del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA) que depende de la Fundación Instituto Leloir y del CONICET.
“El conocimiento es algo que se obtiene en forma randomizada. Es muy difícil de ordenar. Y buscar entre lo que no se conoce, es mucho más caótico. En cáncer no sabemos lo suficiente”, explica a Clarín Gottifredi, que se graduó en química en la Universidad Nacional de Salta y se doctoró en biología humana en la Universidad “La Sapienza” de Roma, Italia.
Su desafío es entender el proceso de replicación del ADN y su rol en el cáncer. La célula tumoral busca dividirse, explica la científica. Para ello, cada célula debe copiar el código (o receta) de ADN que tiene en su núcleo. La quimioterapia actúa arruinando la calidad del ADN que debe ser copiado, de forma que esa réplica sea tan mala que ya no sirva para generar una célula viva.
“Pero, tenemos un ADN inestable, y que necesita replicarse y mutar como parte de la evolución. El cáncer es un efecto colateral de esa capacidad mutagénica, que es necesaria para la evolución, porque sin eso hoy no estaríamos acá. El ADN es inestable para poder generar un organismo distinto”, afirma.
“La célula humana, para lidiar con agentes tóxicos como la radiación del sol, posee procesos que adaptan el copiado de ADN a moldes imperfectos. Y la célula tumoral, en muchos casos, aprovecha esos mecanismos logrando algunas copias que permiten la sobrevida de algunas células malignas y, después de un tiempo, vuelven a generar la enfermedad”, explica Gottifredi.
Con su equipo, Gottifredi trata de entender este proceso para encontrar nuevos tratamientos. “El objetivo es encontrar nuevos blancos terapéuticos”, acota. Las investigaciones enmarcadas en este premio es producir conocimiento útil para la sociedad y apuntar a potenciales herramientas con capacidad de mejorar las terapias actuales.
Gottifredi trabaja junto a la doctora Lisa Weissmuller, jefa del Departamento de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Ulm, Alemania, líder en el campo de la identificación de biomarcadores de riesgo de cáncer. Precisamente, la oncogénesis es para la investigadora argentina una de las líneas más prometedoras en lo que a prevención del cáncer se refiere. “La oncogénesis es lo que en el futuro vamos a estar intentando tratar. Esto es, evitar la génesis. Si en un futuro pudieras tomar una pastilla que te mantenga a raya las células que cambian, sería magnífico. La clave es el conocimiento, si querés atacar a tu enemigo, conócelo”.
Un dispositivo para observar el comportamiento de las células cancerosas
Para entender cómo actúan las células cancerosas en el momento que se separan del resto con el objetivo de buscar otros lugares del cuerpo donde continuar extendiendo su daño, la científica argentina Sofia Merajver, directora científica del programa de cáncer de mama de la Universidad de Michigan, logró desarrollar junto a su equipo un pequeño dispositivo que permite cultivar y poder observar el comportamiento de esas células."Es especialmente importante poder capturar esas células líderes y entender su biología - ¿porqué son tan exitosas, por qué son resistentes a la quimioterapia tradicional y cómo podemos atacarlas selectivamente", dice la autora del estudio Sofia Merajver, científica argentina, directora científica del Programa de cáncer de mama en la Universidad de Michigan Comprehensive Cancer Center.
"Los dispositivos microfluídicos nos están ayudando a entender la biología que antes no era accesible", agrega.
El problema, hasta ahora, era que en los dispositivos disponibles las células no duraban el tiempo suficiente, por lo que sólo servían para experimentos de corta duración. En el caso del cáncer, que los procesos llevan más tiempo, se necesitaba un dispositivo que permitiera cultivas células durante periodos de tiempo más largo y así poder identificar a estas “células líderes” que son las que se separan del grupo y viajan a otros órganos. Este dispositivo resultó ser estable hasta por lo menos tres semanas, lo que amplía la ventana de observación de las células. El trabajo fue publicado en Scientific Reports.
"Este dispositivo es una combinación de trata de entender a nivel fundamental y descubrir, un nuevo objetivo: moléculas para atacar al cáncer. Al mismo tiempo no había forma de tener las células de paciente y ponerlas en un dispositivo muy barato y fácil de criarlas por mucho tiempos. Esto es muy distinto a intentos anteriores, porque se pueden mantener las células hasta por dos semanas. Se puede observar muy detalladamente su comportamiento", explica la doctora Merajver a Clarín.
“Muchos procesos tumorales como la invasión y la resistencia no ocurren de la noche a la mañana”, afirma Koh Meng Aw Yong, becario postodoctoral del laboratorio de Merajver y autor del estudio.
El equipo desarrolló un nuevo dispositivo fluídico que les permitió cultivar células durante períodos más largos de tiempo. Los investigadores encontraron que el dispositivo era estable hasta al menos tres semanas en cultivo.
El dispositivo consta de tres canales pequeños a través del cual fluyen las células, a diferencia de los dispositivos de fluidos típicos que las mantiene en dos dimensiones. Las células se introducen en un canal y el fluido fluye a través de un canal paralelo para proporcionar presión y flujo sin perturbar al cultivo. El flujo de fluido a través del canal exterior imita lo que sucede con los capilares del cuerpo.
Ello permite a los investigadores añadir las células cancerosas en el dispositivo con una mínima perturbación o cambios a las células.
Los investigadores probaron el dispositivo con dos líneas de células de cáncer de próstata metastásico, pudiendo aislar las células líder -aquellas células que se separaron primero para viajar a órganos distantes.
Después de dos semanas, encontraron que las células de una línea eran dos veces más invasivas que una célula en otra línea. Pero después de tres semanas, la diferencia había desaparecido, sugiriendo que el potencial invasivo de las células puede cambiar con el tiempo.
“El dispositivo también tiene potencial para ser utilizado para probar fármacos y detectar cuando el cáncer se vuelve resistente. Esto permitiría a los oncólogos a saber más rápido si una terapia no está funcionando, y tal vez dar al paciente otra opción”, dijo el autor principal del estudio Jianping Fu, profesor asociado de ingeniería mecánica en la Universidad de Michigan. “Por supuesto, se necesita más investigación para explorar esta posibilidad en el futuro.”
Utilizará la quimioterapia habitual y sumará el uso de dos drogas, una de las cuales se encuentra en proceso de aprobación por parte de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), y el otro es utilizado para tratar afecciones cardíacas.
“Estas dos drogas se administran por vía oral y prácticamente no tienen toxicidad, incluso si el paciente no responde al tratamiento tradicional podrá seguir recibiendo las dos drogas”, indicó Graciela Scharovsky, investigadora principal del Conicet y directora del equipo.
Viviana Rozados, también integrante del equipo investigador, señaló que “si bien no es un número de casos muy elevado, de acuerdo a los resultados que obtengamos podemos plantear nuevos proyectos que permitan aumentar el número de personas tratadas”.
En este proyecto, el equipo de la Facultad de Ciencias Médicas trabajará en colaboración con investigadores de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas y con oncólogos del Hospital Provincial del Centenario, conformando un grupo interdisciplinario y multiinstitucional.
El nuevo protocolo que aplicarán forma parte de una línea de investigación sobre quimioterapia metronómica y reposicionamiento de fármacos que el equipo de Scharovsky viene desarrollando desde hace más de quince años.
La quimioterapia metronómica consiste en la administración de drogas de uso común en el tratamiento del cáncer, a intervalos regulares, en forma crónica y sin períodos prolongados de descanso, pero en dosis mucho más bajas que las indicadas normalmente.
Este tipo de quimioterapia tiene el doble beneficio de no causar efectos secundarios debido a la baja toxicidad de las dosis y, por otro lado, de impedir que las células malignas proliferen por ser administrada crónicamente.
Fuente: Presidencia de la Nación