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Un equipo internacional ha descubierto el potencial para vencer la obesidad a nivel celular, caracterizando por primera vez un tipo de receptor complejo y poco entendido que, cuando se activa, apaga el hambre.

El investigador Jens Meiler, profesor de Química y Farmacología en la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos, dice que las compañías farmacéuticas han intentado durante mucho tiempo desarrollar un medicamento de molécula pequeña que pudiera hacer justamente eso, pero hasta ahora, nadie sabía exactamente cómo era el receptor, por lo que era casi imposible diseñar la clave para activarlo.

El equipo determinó la primera estructura cristalina de un receptor neuropéptido Y, descifrando los miles de átomos de carbono, oxígeno, nitrógeno y otros átomos implicados en él y cómo se unen entre sí. Meiler y un estudiante en su laboratorio, Brian J. Bender, tradujeron los datos intrínsecamente de baja calidad sobre las coordenadas de los átomos para construir modelos informáticos precisos tanto del receptor inactivo como de su aspecto cuando se activa.

Es un hito muy importante en el proceso de descubrimiento de medicamentos –subraya Meiler–. La gran contribución de este trabajo es hacer una lista de los átomos con todas las coordenadas específicas de dónde se encuentran sentados en el espacio y dónde están vinculados entre sí. De hecho, hemos encontrado dónde hay pequeños bolsillos en la estructura donde podemos construir una molécula pequeña para su unión. Antes, era como tratar de diseñar una llave sin conocer la forma del ojo de la cerradura”.

 
    El siguiente paso en esta investigación de nivel molecular, que se detalla en un artículo publicado en la edición digital de ‘Nature’, es validar el objetivo: demostrar que el receptor realmente controla el hambre. Estudios anteriores revelaron que, cuando se bloquea el funcionamiento del receptor en ratones, se vuelven obesos.   “Una vez que comes, produces este péptido, se activa el receptor, y luego ya no sientes hambre y dejas de comer –afirma Meiler–. La idea aquí es que podríamos regular al alza este receptor con una molécula pequeña y crear la sensación de no tener hambre para que comas menos”.

 

Meiler apunta que el artículo de Nature es parte de un estudio mucho más extenso y continuo que ya impulsó el desarrollo de terapias potenciales de moléculas pequeñas. Otros autores de este trabajo incluyen investigadores de la Academia de Ciencias de China, en Shanghai, y la Universidad de Leipzig, en Alemania.

Fuente: Europa Press / COFA

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Lunes, 18 Septiembre 2017 14:23

Misión bajar de peso

En unos años puede que borrar los depósitos de grasa sea tan sencillo como aplicarse un parche adhesivo sobre la piel. No serán necesarias ni horas de gimnasio, ni dietas ni liposucciones. Esta es la propuesta de un grupo de investigadores de las universidades de Columbia y Carolina Norte que han desarrollado un dispositivo, capaz de disolver la grasa con solo colocar un pequeño, pero sofisticado parche cargado de medicación sobre los antiestéticos rollos de piel. No se trata de ningún truco de «teletienda», sino de pura ciencia. Los investigadores han recurrido a la nanotecnología para transformar el tejido adiposo en energía y lo demuestran en la revista científica ACS Nano.

Por raro que parezca, la última esperanza científica contra la obesidad quiere hacer de la grasa su mayor aliada. El tejido adiposo no es tan malo, al menos cierto tipo. Igual que existe un colesterol «bueno» y «malo», el metabolismo humano cuenta con dos tipos de tejido graso: uno blanquecino responsable de los «michelines» (la grasa mala) y otro pardo o marrón, una grasa «buena» que consume calorías para mantener la temperatura corporal adecuada. Y esta grasa parda es en la que numerosos laboratorios tienen puestas sus esperanzas para combatir el aumento de peso en el mundo.

La transformación de grasa blanca en marrón ocurre de forma natural cuando el cuerpo está expuesto a temperaturas muy frías. De hecho, gracias a ella se mantienen calientes los mamíferos que hibernan y también los humanos al nacer, que son ricos en ella. Después, durante la infancia y la edad adulta estas células se desactivan. Así que el reto para la ciencia es dominar el mecanismo por el que las células de la grasa, al formarse, se convierten en marrones o blancas para poder estimular la presencia de los adipocitos «buenos».

Existe una carrera científica para desarrollar un fármaco que sea capaz de reproducir este proceso natural a nuestro antojo. Sin embargo, los intentos hasta la fecha no han sido lo positivos que se esperaban. Las pastillas e inyecciones desarrolladas funcionan pero provocan malestar gastrointestinal y fracturas óseas.

Menos efectos secundarios
El nuevo parche sortea estos efectos secundarios al actuar localmente. «Liberamos el medicamento, sin exponer a todo el organismo a la medicación. No hemos visto ninguno de esos efectos secundarios en nuestros experimentos», apunta Li Quiang.

Para aplicar el tratamiento, los fármacos que producen la transformación de grasa blanca en marrón, se encapsularon en nanopartículas de 250 nanometros. Este diámetro tan pequeño es invisible al ojo humano si no se utiliza un microscopio. Para imaginarnos su dimensión bastas saber que, por ejemplo, un cabello tiene un calibre de 100.000 nanometros.

Los científicos de las universidades americanas utilizaron rosiglitazone (Avandia) y un antagonista de un receptor betaadrenérgico para intentar transformar el tejido adiposo blanquecino en marrón. El fármaco se liberó en la piel a través de docenas de microagujas que contiene el parche. En los ratones tratados logró reducir hasta en un 20 por ciento la acumulación de grasa en el abdomen. Solo se necesitó colocar los parches cada tres días durante cuatro semanas.

Alternativa a la liposucción
No solo se perdió grasa, sino que se redujo la cantidad de glucosa en sangre, lo que demostraría que el tratamiento es mucho más que un remedio antiestético. Podría ser una alternativa poco agresiva a las liposucciones actuales, y además ayudaría a combatir la diabetes, entre otros problemas relacionados con la obesidad y el metabolismo.

Eso sí, de momento es una alternativa solo para ratones. Los parches aún no se han probado en humanos. Los investigadores están estudiando combinaciones de fármacos que actúen con mayor eficiencia sobre la grasa localizada.

 

 

Fuente: ABC – España

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Jueves, 14 Septiembre 2017 17:06

Nuevos tratamientos no invasivos

El Hotel Meliá fue el escenario elegido para la presentación de dos nuevas tecnologías: enCurve y Endymed. Dos nuevos métodos para tratar el exceso de peso alojado en zonas como abdomen, brazos y piernas; también útiles para el tratamiento de eliminación de celulitis y estrías en mujeres que cursan el pos parto.

Los doctores Christian Sánchez Saizar, Alfredo Romero y Sol Torres Vá, fueron los encargados de explicar las bondades del nuevo tratamiento y de la radiofrecuencia, sistema efectivo para controlar el calor recibido y que hace a la eficiencia del mismo.

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Lunes, 04 Septiembre 2017 15:11

Por el mismo hígado

Científicos del Centro Alemán para la Diabetes en Postdam y Tubingen (Alemania) descubrieron en ratones con una dieta rica en grasas que una mayor producción de la enzima DPP4 en el hígado favorece el aumento de peso y el desarrollo de hígado graso y de resistencia a la insulina.

De hecho, según aseguran en un artículo publicado en la revista ‘Molecular Metabolism’, al comparar este hallazgo con otros estudios en humanos y moleculares adicionales han concluido que el aumento de la producción de esta enzima es “más causa que consecuencia” del hígado graso y la resistencia a la insulina.

Además, ha añadido Christian Baumeier, principal autor del estudio, los inhibidores de la DPP4 son bien conocidos en el tratamiento de la diabetes, por lo que podrían utilizarse en el futuro no sólo para mejorar el metabolismo del azúcar, sino también para tratar el hígado graso”.

La enzima DPP4 es en gran medida producida por el hígado e inhibe los efectos de importantes hormonas intestinales que están implicadas en el metabolismo de la glucosa en sangre. Además, los pacientes que sufren de enfermedad hepática grasa no alcohólica tienen más elevados los niveles de DPP4 en su sangre.

Pese a ello, hasta ahora no estaba claro si estos niveles más altos eran causa o consecuencia del hígado graso elevados de DPP4 en los hígados grasos son la causa o consecuencia de la enfermedad.

Con el fin de encontrar una respuesta a esta pregunta, Baumeier y su equipo compararon dos grupos diferentes de ratones entre los que había unos con una modificación genética para producir una mayor cantidad de DPP4 en el hígado, mientras que el resto tenían una producción más baja.

A ambos grupos se les dio de comer alimentos con alto contenido de grasa durante aproximadamente medio año. Los animales que produjeron una mayor cantidad de DPP4 en el hígado ganaron aproximadamente un tercio más de grasa corporal que el grupo control, y tenían aproximadamente el doble de grasa en el hígado. Asimismo, también eran menos sensibles a la insulina.

LOS NIVELES NORMALES TAMBIÉN INFLUYEN

Y estudios adicionales en una línea celular con hígados humanos y células hepáticas aisladas de los ratones también indicaron que las cantidades normales de DPP4 (500 ng/ml) eran ya suficientes para hacer que las células fueran menos sensibles a la insulina, independientemente de su contenido de grasa.

Además, los científicos observaron que los seres humanos que presentan resistencia a la insulina y enfermedad hepática grasa no alcohólica tienen una mayor cantidad de DPP4 activa en su sangre, en comparación con las personas sanas.

“Ya sabemos que las modificaciones epigenéticas del gen DPP4, que están asociadas con un aumento de la producción de la enzima, tienen un impacto negativo en el metabolismo hepático ya en los ratones jóvenes, mucho antes de que el hígado graso aparezca”, según Baumeier.

Por lo tanto, según añade, parece razonable evaluar en otros estudios cómo y en qué momento los inhibidores de la DPP4 pueden utilizarse para prevenir o tratar el desarrollo del hígado graso no alcohólico”, añadió Annette Schürmann, también autora de este estudio.

Fuente: El Economista – España

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