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¿Suplementar con zinc reduce la mortalidad en el paciente COVID-19? Esta fue la premisa con la que un equipo de trabajo integrado por profesionales del Hospital del Mar de Barcelona y la Universidad Pompeu Fabra (UPF) intentó responder en un encuentro virtual organizado entre esa entidad académica y la Universitat Politécnica de Valencia (UPV).

El estudio científico presentado, aún sin revisión de pares, concluye que existe una relación entre la carencia de zinc y la severidad de la COVID-19, dado que en el laboratorio se infectaron células con este virus y cuando menos zinc tenían, más se replicaban. Esto supone que “el virus se encuentra mucho más cómodo cuando hay deficiencia de zinc”, explica el doctor Robert Güerri, coordinador de hospitalización de COVID-19 del Hospital del Mar de Barcelona y director del proyecto junto al investigador Rubén Vicente, del grupo de Biofísica del Sistema Inmunológico de la Pompeu Fabra (UPF).

 

Estos nuevos resultados corregirían una visión pasada que quedó reflejada en un estudio publicado en la revista especializada Journal of the American Medical Association en febrero pasado realizado por un grupo de trabajo de el Instituto Vascular y del Corazón de Cleveland Clinic, Ohio. En él, a pesar de reconocerla reputación de aumentar los poderes de su sistema inmunológico, se informó que los suplementos de vitamina C y zinc no ayudan a los pacientes con Covid-19 a recuperarse de su enfermedad.

 

“Dar uno u otro, o una combinación de ambos, a los pacientes no redujo significativamente la gravedad o la duración de sus síntomas de Covid-19. El zinc es importante para la función inmunológica y la vitamina C es un antioxidante que se ha demostrado que estimula el sistema inmunológico”, indicaron los especialistas en el documento del pasado febrero. Las diferencias entre este material y el informe que acaba de presentarse, además de las aprobaciones y revisiones posteriores que requiere el propuesto en Barcelona, distan en metodología, debido a que el realizado por el equipo científico de Ohio se basó en una cohorte de pacientes, en tanto el realizado por los profesionales médicos de Barcelona se redujo a pruebas de laboratorio. En este camino, entonces, estos primeros resultados preliminares de la investigación de laboratorio indicaría lo contrario a lo publicado de la cohorte de Ohio.

El zinc se obtiene a través de alimentos -explica Güerri- como las ostras, la carne roja, la de ave, las legumbres, los huevos, los frutos secos, las frutas y hortalizas y los lácteos. Una correcta ingesta diaria sería de 11 miligramos para los hombres y ocho para las mujeres”.

Se calcula que entre un 10 y un 30% de la población mundial tiene deficiencia en zinc. Esto es debido a una dieta pobre, poco variada y basada en cereales. Son datos preocupantes si se tiene en cuenta que entre un 4 y 5% de la mortalidad infantil se asocia a deficiencia en zinc, ocasionando principalmente enfermedades respiratorias y gastrointestinales.

En cuanto a su papel antiviral, el zinc modula la respuesta del sistema inmunitario y regula el fenómeno de activación de los linfocitos T y B, que destruyen las células infectadas que generan anticuerpos. ”Una deficiencia en zinc produce una respuesta exagerada del sistema inmune que aumenta la liberación de citoquinas y la inflamación. Y la inflamación reduce los niveles circulantes de zinc, con lo que se inicia un bucle que puede acabar dañando al individuo”, explica el investigador de la UPF.

Paralelamente, la entrada de zinc en las células se postula como un agente antiviral porque puede parar la multiplicación de los virus. Ya hay literatura científica que demuestra que una entrada de zinc masiva es capaz de parar o inhibir el fenómeno de replicación de determinados virus, junto a pruebas en laboratorio que demuestran este hecho en infecciones de coronavirus, rinovirus, herpes y hepatitis.

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