Los últimos datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indican que se podrían salvar alrededor de 420 mil vidas al año en las Américas si se siguen 4 pequeños pilares: atención primaria de salud, reducir la sal, promover una dieta saludable y hacer actividad física. De hecho, la hipertensión afecta a 180 millones de personas en la región (18% de los adultos) y, como generalmente no presenta síntomas ni signos, el diagnóstico llega demasiado tarde. La hipertensión es el principal factor de riesgo de enfermedad cardíaca y accidente cerebrovascular. En Argentina, 4 de cada 10 personas desconoce si es hipertensa, de los cuales 43,3% son hombres y 30,3% son mujeres.
“El cloro y el sodio son minerales esenciales para múltiples funciones vitales de nuestro organismo, pero, como todo, especialmente el último, en exceso, pasa a ser nocivo. Ambos minerales juntos conforman una sal que se llama Cloruro de Sodio (Cl-Na) y como todos sabemos es “salada”. Fácil de reconocer en los alimentos como fiambres, embutidos, panadería, caldos en cubitos e infinidad de alimentos comercializados y por supuesto lo que contiene el salero” detalla el Dr. Sangiovanni.
De hecho, datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que el consumo recomendado de sal no debe superar los 5 gramos por día (una cucharadita pequeña). Sin embargo, en Argentina se estima que el consumo promedio oscila entre los 10 y 12 gramos por día y la principal ingesta diaria de sal se da a través de alimentos ultraprocesados o procesados. “Esto es clave para que la sociedad pueda diferenciar entre la sal visible e invisible. No es lo mismo la sal que vertemos en la preparación de alimentos o en el plato ya servido que la sal invisible que ya está presente en alimentos procesados, por ejemplo, conservantes, saborizantes y leudantes químicos. Esta forma invisible de consumo es justamente la responsable del 70% del sodio que ingerimos cada día”.
El cambio de hábitos y su concientización es la clave. “Debemos acostumbrarnos a ‘nuevos sabores’ como el limón y especias que hacen que la transición sea menos compleja para quienes están acostumbrados a ingerir sal en exceso. Con solo cambiar algunos hábitos y aprender a combinar los diferentes tipos de alimentos, sabores e incluso colores, se puede hacer una gran diferencia para nutrir el organismo de forma saludable” aconseja el profesional.
“Además, debemos aprender a diferenciar entre sodio y sal. El sodio es esencial para la vida. Nuestras células para sus funciones necesitan sodio, pero en la cantidad que se lo da la naturaleza. El problema es que el sodio se usa como conservante. Un alimento en una lata se pudriría en una semana en una góndola sin este. Entonces todos los alimentos procesados, conservados en sodio, por ejemplo, de panadería, gaseosas, pueden tener alta carga de sodio y no nos damos cuenta porque no es salado y no tiene gusto. La sal es cloruro de sodio, es una asociación de 2 minerales; cloro y sodio, donde el "malo de la película" es el sodio. Y la diferencia en la sal es que la reconocemos por el paladar”, explica Sangiovanni.
Por eso reducir la ingesta de sodio es la premisa y no sólo limitado a los pacientes hipertensos (base esencial del tratamiento por encima de lo farmacológico) sino para todos, ya que está comprobado que el exceso de su consumo por años predispone al inicio de la hipertensión arterial y aumenta el riesgo cardiovascular. Tal es la problemática que en los últimos años ha cambiado la visión en pediatría y adolescencia respecto al incremento de Hipertensión arterial, Obesidad y Diabetes 2 (del adulto).