Tras la explosión de la nueva ola por casos de Coronavirus en el país, la pandemia se vuelve a instalar fuerte y los expertos enfatizan sobre las medidas que se deben tomar para la prevención y el cuidado de la salud. Si bien, el uso del barbijo y el lavado de manos siguen siendo algunas de las recomendaciones más populares, las personas se preguntan si deben volver a desinfectar absolutamente todo como al inicio.
Aunque se sabe que gran parte de las infecciones de COVID-19 ocurren debido a la transferencia aérea, Funcei recomienda que aquellos objetos que se utilizan habitualmente sean desinfectados con los productos correspondientes, como por ejemplo, el teclado y mouse de la computadora, el dispensador de alcohol y el gel, las sillas, el asiento del toilette, la tapa del inodoro, el celular, la superficie de los escritorios y los picaportes.
Con el fin de continuar contribuyendo a detener la propagación de COVID-19 dentro de los lugares cerrados, Ayudín la marca de cuidado del hogar más elegida por los argentinos y Funcei, brindan algunas recomendaciones:
· Al presentar algunos de los síntomas compatibles con Covid-19, realizar la consulta médica y mantener el aislamiento según las recomendaciones vigentes.
· Mantener distanciamiento social de al menos 2 metros.
· En el hogar, ventilar los ambientes constantemente y de manera cruzada, por ejemplo, al mantener abiertas una ventana y una puerta que estén enfrentadas.
· Usar barbijo o tapaboca mientras estás en espacios cerrados con aglomeración de personas y sin consumir alimentos o bebidas.
· No compartir vasos, cubiertos, platos ni mates, e identificalos para evitar confusiones.
· Siempre contar en la mesa con alcohol en gel, una solución de alcohol al 70% o toallitas desinfectantes.
· Limpiar y luego desinfectar los espacios antes y después de la reunión. Para ello, utilizar productos que no sólo sean efectivos contra la suciedad, sino que también contengan un activo que asegure eliminar el 99,9% de los gérmenes, como por ejemplo la lavandina o toallitas desinfectantes.
· Evitar apoyar bolsos, carteras o mochilas en las mesas del comedor o la cocina; podrían transportar microbios y, de esta manera, propagarlos.
· Higienizar las manos con agua y jabón durante 20 segundos o, si no están visiblemente sucias, con soluciones a base de alcohol. Prestar especial atención a ambas caras de las manos, al espacio entre los dedos y debajo de las uñas; sacarse los anillos antes de higienizarlas.
· Al toser o estornudar, cubrirse la boca y la nariz con el codo flexionado o con un pañuelo descartable. Luego, desechar el pañuelo inmediatamente y lavarse las manos.
· Evitar tocar los ojos, la nariz y la boca.
· Recordar vacunarte y aplicarte las dosis correspondientes.
La pandemia no terminó. Por eso, es importante actuar con conciencia y responsabilidad y seguir con los cuidados entre todos para evitar contagios. Sea verano o invierno, en contexto de pandemia, cualquier viaje y actividad grupal acarrea el riesgo de contraer o de transmitir COVID-19.
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En nuestro país, el consumo de alcohol en niños y adolescentes ha ido en aumento: 7 de cada 10 alumnos de nivel medio han tomado alguna vez en la vida y casi 6 de cada 10 (57,8%) de los mayores de 15 años lo han hecho en el último mes[1]. Por este motivo, desde la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) se pronunciaron sobre este problema, recomendando que los menores de 18 años no consuman alcohol.
“La enzima que metaboliza el alcohol en el hígado funciona correctamente recién entre los 18 y los 20 años, por lo que las borracheras en los adolescentes son más agudas y más dañinas para sus neuronas”, explicó la Dra. Graciela Morales, médica pediatra y Secretaria del Grupo de Trabajo de Adicciones de la SAP.
En la situación actual de nuestro país, en la que la ingesta de bebidas alcohólicas comienza a temprana edad, los padres suelen encontrarse sin respuestas cuando sus hijos se inician en las salidas nocturnas y se exponen al consumo. Por eso, desde la SAP desarrollaron cinco consejos para promover que los chicos crezcan saludablemente, sin que la bebida sea un problema:
Al respecto, la Dra. Morales destacó que “en el consultorio, a muchos niños no les gusta que los revisen, entonces lloran; esto es totalmente normal. Los padres, en ocasiones, con la mejor intención, les dan el celular para que no se angustien. Yo les digo que no lo hagan: el niño debe poder expresar lo que no le gusta, es natural. Con el tiempo, aprenderá que es necesario y lo tolerará”.
“Si los progenitores están de acuerdo con el consumo, se subvierten los roles y el chico se confunde. Es probable que, a pesar de la negativa, el adolescente consuma igual, pero lo hará sabiendo que está desobedeciendo a sus padres”, comentó la Lic. Adriana Narváez, Psicóloga y Miembro del Grupo de Trabajo en Adicciones de la SAP.
“Los grandes temas a los que los padres les deben prestar atención son los consumos abusivos, la violencia y las relaciones sexuales de riesgo. Todos estos pueden ser abordados a partir del diálogo y con una crianza presente y sana por parte de los cuidadores”, detalló la Dra. Morales, quien además es Especialista en Adolescencia.
La experimentación es característica de la adolescencia, por lo que éste no es el principal obstáculo, sino que debe ponerse el foco en la normalización del consumo. “Hoy, la cultura los impele al exceso, y los fines de semana muchos toman hasta el coma alcohólico, con los riesgos de salud que esto implica. Además, pueden ser víctimas de accidentes de tránsito”, subrayó la Lic. Narváez, quien también es especialista en adolescencia y adicciones.
El modelo islandés
En Islandia, realizaron un abordaje multifacético ante el problema del consumo de alcohol en jóvenes con resultados sorprendentes: En 1998, el 47% de los adolescentes había probado la bebida, mientras que hoy lo ha hecho menos del 5%.
Durante una década, estudiaron los hábitos de consumo de los chicos y encontraron tres elementos sobre los cuales trabajar para reducir la ingesta: retrasar la edad de consumo, idealmente hasta los 18 años; que los jóvenes pasen al menos una hora con su familia y que realicen al menos una actividad extracurricular.
“Para lograr esas tres metas, tomaron diversas medidas, algunas poco populares. Si bien el contexto argentino actual no es el mismo que el de Islandia cuando comenzó el modelo, siempre es interesante conocer casos de éxito para analizar qué se puede replicar en nuestro país”, expresó la Dra. Morales.
Para lograr el primer cometido, la edad legal para comprar bebidas alcohólicas pasó de 18 a 20 y se endurecieron los controles. Por otra parte, se prohibió que los menores de 12 años caminaran solos por la calle después de las 20 horas y que los chicos de entre 13 y 16 años lo hicieran pasadas las 22. Con esto se buscó que pasen más tiempo con sus padres. Por último, desde el Estado becaron y promovieron las actividades extracurriculares para que más niños se inscribieran.
La marihuana
Desde la SAP, también destacaron el aumento en el consumo de marihuana. Lo que les preocupa no es solamente este hecho, sino que el cannabis no cuente con condena social: fumar un ‘porro’ se banaliza y es visto como divertido, dejando de lado las consecuencias graves que puede traer a la salud de los adolescentes. “Suele ocurrir algo similar al alcohol: muchos padres que han experimentado con marihuana en la adolescencia prefieren que sus hijos fumen en su casa e inclusive con ellos, evitando así que consuman en algún lugar peligroso o desconocido”, explicó la Lic. Narváez.
Según los resultados del “Sexto Estudio Nacional sobre consumo de Sustancias Psicoactivas en Estudiantes de Enseñanza Media”[2] realizado por SEDRONAR, la marihuana es la sustancia ilícita de mayor consumo entre los jóvenes escolarizados. El trabajo mostró que casi 1 de cada 10 (8,6%) niños de entre 12 y 17 años consumió marihuana alguna vez en la vida, y el 2,7% lo hizo durante el último mes.
Qué hacer ante una borrachera aguda
En el caso de una emergencia, en la que un adolescente bebió demasiado y se descompuso, desde la SAP recomiendan llevar adelante los siguientes pasos:
Una mala noche nos afecta al día siguiente de muchas maneras: olvidar las llaves, cometer errores en el trabajo o echar una cabezadita en el coche. Estudios previos han relacionado la falta de sueño con un mayor riesgo de depresión, obesidad, diabetes, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares pero hasta ahora se sabía qué la falta de sueño modificaba nuestra capacidad cognitiva. Desde ahora ya sabemos por qué. Un trabajo que se publica en «Nature Medicine» es el primero en revelar cómo la falta de sueño interrumpe la capacidad de nuestras células cerebrales para comunicarse entre sí, lo que lleva a lapsos mentales temporales que afectan la memoria y la percepción visual.
«Hemos descubierto que privar a nuestro cuerpo del sueño necesario también limita la capacidad de las neuronas de funcionar correctamente», señala el autor principal, Itzhak Fried, de la Universidad de California-Los Ángeles (UCLA). «Esto explicaría de alguna manera el camino para los lapsos cognitivos que padecemos después de una ‘mala noche’ y afecta nuestra forma de percibir y reaccionar ante mundo que nos rodea».
Fried ha coordinado un equipo internacional que estudió 12 pacientes epilépticos. Todos ello tenían electrodos implantados en sus cerebros con el fin de identificar el origen de sus ataques epilépticos como paso previo a una cirugía. Debido a que la falta de sueño puede provocar convulsiones, los profesionales médicos hacen que estos pacientes permanezcan despiertos toda la noche para acelerar el comienzo de un episodio epiléptico y acortar así su estancia en el hospital.
Como parte del estudio, los investigadores solicitaron a los pacientes que clasificaran una serie de imágenes que les mostraban lo más rápido posible. Al mismo tiempo, los electrodos implantados registraron la activación de casi 1.500 células cerebrales individuales en todo el grupo en tiempo real. Los científicos se centraron en el lóbulo temporal, que regula la percepción visual y la memoria.
De esta forma vieron que llevar a cabo esta función se volvió más compleja a medida que los pacientes estaban más somnolientos. A medida que los pacientes disminuían la velocidad, sus células cerebrales también lo hacían. «Nos fascinó observar cómo la privación del sueño amortiguaba la actividad de las células cerebrales», afirma otro de los autores, Yuval Nir, de la Universidad de Tel-Aviv (Israel). «A diferencia de la reacción habitual, rápida, las neuronas respondían lentamente, se activaban más débilmente y sus transmisiones se prolongaban más de lo habitual».
Los investigadores vieron que la falta de sueño interfirió en la capacidad de las neuronas para codificar información y traducir la información visual al pensamiento consciente. El mismo fenómeno puede ocurrir cuando un conductor privado de sueño nota un paso peatonal frente a su automóvil. «El acto de ver al peatón se ralentiza en el cerebro cansado del conductor, -explicó Nir-. Su cerebro necesita una mayor cantidad de tiempo para registrar lo que está percibiendo».
Pero además, los investigadores descubrieron que las ondas cerebrales más lentas acompañaban a la inactiva actividad celular en las mismas regiones del cerebro de los pacientes. «Las ondas lentas de sueño interrumpieron la actividad cerebral de los pacientes y la realización de tareas -explica Fried-. Este fenómeno sugiere que las regiones seleccionadas de los cerebros de los pacientes estaban dormitando, causando lapsos mentales, mientras que el resto del cerebro estaba despierto y funcionando como de costumbre».
«La falta de sueño ejerce una influencia similar en nuestro cerebro a beber demasiado alcohol», señala Fried. «Sin embargo, no hay una manera médica de identificar a los conductores cansados en la carretera de la misma manera en que se detectan a los conductores ebrios».
Los investigadores se encuentran ahora analizando más profundamente beneficios del sueño. En el futuro pretenden desentrañar el mecanismo responsable de los fallos celulares que preceden a los lapsos mentales.