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De acuerdo a datos del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos, se advierte un gran aumento en el consumo de psicofármacos durante la pandemia del Covid-19. Específicamente, el de dos psicofármacos: el clonazepam y el alprazolam que se venden bajo receta. Estos psicotrópicos se encuentran entre los 15 más vendidos en el país y la tasa de crecimiento de sus ventas supera varias veces el promedio general.

Durante el año del inicio de la pandemia, el total de medicamentos vendidos fue de 689.838.945 unidades, rompiendo con la tendencia descendente de 2019 al aumentar un 1,35%.

Los fármacos que actúan sobre el sistema nervioso central (SNC) representan el 16,59% del mercado total al haberse dispensando más de 114 millones de medicamentos de este grupo, habiendo aumentado un 6,5% más que en el 2019, o sea en el 2020 se vendieron unos 7 millones de unidades más de productos que actúan sobre el SNC, destacándose entre ellos la fuerte demanda de Paracetamol.

Dentro de este grupo farmacológico, también se encuentran los medicamentos que son utilizados para tratamientos psiquiátricos que muestran un crecimiento de 5,69% en 2020, alcanzando las 51.951.691 unidades totales.

Todos los subgrupos de estos medicamentos mostraron aumentos, destacándose:

-Los sedantes con 9,18%

-Los antipsicóticos 8,59%

Y en cantidades, fueron vendidas casi 20 millones de antiepilépticos.

En el 2020, dentro de los 100 medicamentos más vendidos, se encuentran el clonazepam con 10.598.329 y el alprazolam con 6.784.510 pastillas dispensadas.

De acuerdo a cifras de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), durante 2020 se vendieron 538.514 unidades más de clonazepam y 344.880 unidades más de alprazolam que en 2019. Cantidades que triplican y quintuplican el promedio general de unidades dispensadas de medicamentos, registrado el año del inicio de la pandemia.

Esta tendencia creciente en la venta de psicofármacos se mantiene en 2021, aunque en un porcentaje levemente menor. (4,51% de aumento total contra 5,69% en el año de la pandemia). Los datos hasta el momento son hasta julio del año actual, cuando ya son más de 30 millones de unidades dispensadas. En los últimos tres años, se han vendido más de 4 millones de psicofármacos por mes en el país.

Otro dato llamativo que mantiene su tendencia en el año actual, es el aumento de la venta de medicamentos sin receta, o sea productos que no tienen descuentos de obra social ni prepaga y que, a pesar de la crisis económica, continuaron aumentando sus ventas, considerando los 10 productos más vendidos, en el primer semestre del 2021 la tasa de crecimiento fue del 23,39% con respecto al mismo periodo del año pasado.

En Argentina, antes de la pandemia, se estimaba que 15 de cada 100 ciudadanos (casi 3 millones de personas) consumía drogas bajo receta. También, 2 de cada 10 personas que consumieron alguna vez tranquilizantes, lo hicieron con receta médica y luego continuaron por su cuenta. En los hombres el consumo sin receta médica se disparó a 31,7% y en las mujeres 14,2%.

La razón del aumento de psicofármacos se debió en parte a los trastornos en la salud mental que trajo COVID-19 como el insomnio y los problemas de sueño; también a otros problemas que algunas personas tenían hace mucho tiempo sin saberlo porque habían generado hasta el momento barreras para superarlos, como la ansiedad, y por otro lado a la inadaptabilidad de algunos a los cambios de hábitos, rutinas y horarios. En el caso de los adolescentes, para “estar a la moda”.

 

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A la cabeza del consumo se sitúa la combinación de paracetamol y tramadol. Llama la atención el incremento del consumo del 60 por ciento del fentanilo.

La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) ha actualizado los datos del consumo extrahospitalario de opioides con receta oficial en España.

Los datos muestran que el consumo casi se ha duplicado entre 2010 y 2017, pasando de 9,943 dosis diarias definidas por 1.000 habitantes y día (DHD) a 17,771 DHD en 2017.

En 2017, el ranking del consumo lo lidera la combinación de tramadol-paracetamol (43,75 por ciento), seguido del tramadol (16,43), fentanilo (14,88), codeína-paracetamol (8,60), buprenorfina (4,39), tapentadol (4,33), oxicodona-naloxona (3,27), tramadol-dexketoprofeno (0,86) y morfina (1,44).

Por principios activos, llama la atención el incremento del consumo de la combinación de tramadol y paracetamol,  y ha pasado de 2,64557 DHD en 2010 a 7,77437 DHD en 2017, lo que representa un incremento de casi el 200 por cien.

La combinación con paracetamol es la forma más común de consumo de este opioide: en 2017 el consumo de tramadol en monoterapia fue de 2,90344 DHD.

Dentro del grupo de opioides potentes destaca el incremento del 60 por ciento del consumo de fentanilo, que ha pasado de 1,666 DHD en 2010 a 2,647 DHD en 2017.

Para algunos expertos, el aumento del consumo para indicaciones distintas al cáncer resulta preocupante.

El consumo de fentanilo supera al de las moléculas del grupo de los alcaloides naturales del opio.

De estos medicamentos, a la cabeza se sitúa la combinación de oxicodona y naloxona (0,58175 DHD), que dobla a la morfina (0,25529 DHD).

Esta combinación es dentro del grupo al que también pertenecen la oxicodona en monoterapia y la hidromoforna la que más crece: el consumo en 2010 era 0,00055 DHD.

Fuente: Correo Farmacéutico – España / COFA

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Un nuevo estudio ha examinado las tendencias sobre el uso de antibióticos en 76 países entre 2000 y 2015. Los resultados revelan que las dosis diarias se incrementaron en un 65% y que la tasa de consumo aumentó un 39%, especialmente en los países de ingresos medianos y bajos.

 

 
 
La resistencia a los antibióticos es una gran amenaza para la salud pública mundial. Una nueva investigación liderada por el Centro para la Dinámica de Enfermedades, Economía y Política (CDDEP, por sus siglas en inglés), con sede en Washington, ha analizado las tendencias mundiales en su uso entre 2000 y 2015.

 

Según los autores de este estudio, publicado hoy en la revista PNAS, “el conocimiento de los patrones de consumo de antibióticos podría orientar las políticas destinadas a minimizar su resistencia”.

Los científicos, de instituciones como la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, la Universidad de Baltimore o la Universidad de Amberes en Bélgica, utilizaron los datos de ventas farmacéuticas para estudiar el consumo de antibióticos en 76 países en esos 15 años.

Conocer los patrones de consumo de antibióticos puede orientar las políticas destinadas a minimizar su resistencia

La evaluación más completa de las cifras mundiales hasta la fecha revela que las dosis diarias definidas (DDD) –una medida estándar para el consumo de antibióticos– aumentaron en un 65%, de 21.100 millones a 34.800 millones de DDD. A su vez, la tasa de consumo de antibióticos se incrementó en un 39%, de 11,3 a 15,7 DDD por 1.000 habitantes y día.

Los expertos también proyectaron el consumo mundial total de antibióticos hasta 2030. Según los autores, con la continuación de las tendencias actuales, se prevé que su uso aumente entonces hasta en un 200%.

“Cuando la resistencia a los antibióticos emerge en un lugar, se propaga rápidamente a otras partes del mundo”, afirma a Sinc Ramanan Laxminarayan, director del CDDEP y autor principal del estudio. “De ahí que el informe incida en la necesidad de una vigilancia mundial coherente de la resistencia y las políticas para reducir su uso innecesario”.

Para los investigadores, aunque resulta crítico reducir el consumo de antibióticos, también es necesario promover e incrementar su acceso en países de bajos ingresos, ya que estos territorios padecen las tasas más altas de enfermedad y muerte causadas por enfermedades infecciosas.

El consumo por países
El aumento de antibióticos se asoció con el crecimiento del PIB per cápita en países de ingresos bajos y medianos, donde el consumo aumentó en 114%, de 11.400 millones a 24.500 millones de DDD, y la tasa de consumo aumentó en 77%, de 7,6 a 13,5 DDD por 1.000 habitantes por día (parte del aumento del uso total se debió al crecimiento económico y de la población).

Aunque resulta crítico reducir el consumo de antibióticos, también es necesario promover e incrementar su acceso en países de bajos ingresos

Algunos países de ingresos bajos y medianos tenían tasas de consumo que superaban las de los estados de altos ingresos. Así, en 2015 cuatro de los seis estados con las tasas de consumo más altas fueron los países de ingresos bajos y medianos: Turquía, Túnez, Argelia y Rumania.

Sin embargo, muchos todavía tienen tasas de consumo per cápita considerablemente más bajas que los países de altos ingresos, debido a problemas de acceso como el alto costo de los medicamentos y las protecciones de patentes.

Por su parte, en los países de altos ingresos si bien el empleo de antibióticos aumentó en un 6%, de 9.700 millones a 10.300 millones de DDD, la tasa de consumo disminuyó en un 4%, de 26,8 a 25,7 DDD por cada 1.000 habitantes al día.

La tasa de consumo de penicilinas de amplio espectro, la clase de antibióticos más comúnmente consumida, subió un 36% entre 2000 y 2015 en el mundo. El mayor aumento se produjo en los países de ingresos bajos y medios, donde la tasa de consumo de antibióticos aumentó un 56%, en comparación con el 15% en los países de altos ingresos.

El consumo de clases de antibióticos nuevos y de último recurso, como linezolid, carbapenémicos y colistina, aumentó significativamente en casi todos los países.

España: una alta tasa de uso per cápita
El consumo total de antibióticos en España se incrementó un 35% –de 0,5 a 0,7 mil millones de DDD– entre 2000 y 2015. Su tasa per cápita aumentó un 17% –de 34,3 DDD por 1.000 habitantes y día a 40,1 DDD por 1,000 habitantes y día–. “España posee la tasa de uso per cápita más alta de cualquier país de altos ingresos y la tercera más alta en general”, explica a Sinc Laxminarayan.

El consumo total de antibióticos en España aumentó un 35% entre 2000 y 2015. Su tasa per cápita aumentó un 17%

El año 2000 tuvo las cifras más altas de tasa de consumo de antibióticos junto a otros países de altos ingresos, como Francia, Nueva Zelanda, Hong Kong y Estados Unidos.

Además, por tipo de medicamento, en 2015 España mantuvo, al igual que Reino Unido e Irlanda, una de las tasas más altas de consumo de polimixina –utilizado para el tratamiento de las infecciones urinarias, septicemia o bacteremia, producidas por gérmenes sensibles cuando otros antibióticos son inefectivos o están contraindicados–.

“Debemos actuar de manera integral para preservar la efectividad de los antibióticos”, concluye Laxminarayan. “Eso incluye soluciones que reducen el consumo, como vacunas o mejoras de infraestructura, particularmente en países de ingresos bajos y medianos”.

Referencia bibliográfica:

Eili Klein et al.: ‘Global increase and geographic convergence in antibiotic consumption between 2000 and 2015’. PNAS 26 de marzo de 2018. http://www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.1717295115

Fuente: Agencia SINC – España

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Un estudio de la Sedronar reveló que casi 3 millones de argentinos de entre 12 y 65 años recurren a estos medicamentos para dormir, bajar la ansiedad o “disimular” una angustia.

Para dormir bien, calmar la ansiedad o “disimular” una angustia. Consumir psicofármacos se ha vuelto algo común entre los argentinos. Los medicamentos tranquilizantes, ansiolíticos y antidepresivos están en el botiquín familiar y se toman como si fueran aspirinas, sin advertir sus efectos adversos ni la adicción que generan.
Lo corroboran las estadísticas: según el Estudio de Consumo de Sustancias Psicoactivas realizado por la Sedronar entre 2016 y 2017, el 15% de la población de entre 12 y 65 años consume psicofármacos con o sin prescripción médica; esto es, casi tres millones de argentinos. “El consumo de este tipo de medicamentos es alto en la población urbana de nuestro país y aumenta con la edad, alcanzando el 26,4% entre los 50 y los 65 años en el caso de los tranquilizantes”, le dijo a PERFIL Verónica Brasesco, directora del Observatorio Argentino de Drogas.
El estudio de la Sedronar también encontró que la modalidad de uso es mayor en mujeres (17,6%) que en los varones (12,8%). “El psicofármaco es la única sustancia en la que hay una mayor prevalencia de consumo en mujeres, específicamente todos los que son antidepresivos”, agregó Brasesco. Entre los 35 y los 49 años, el 19,3% de las mujeres consumió tranquilizantes o ansiolíticos alguna vez en la vida y entre los 50 y los 65 la prevalencia llega al 35%. En tanto, el 4% usó estimulantes o antidepresivos. “Es alto el consumo en mujeres entre los 20 y los 50 años, cuando empieza la necesidad de una alta performance: estudiar, trabajar, tener hijos. Es una especie de ‘muleta química’ para aguantar el ritmo”.
Entre quienes refirieron haber consumido tranquilizantes o ansiolíticos alguna vez en la vida, la mayor parte pertenece al grupo de las benzodiacepinas, que actúan sobre el sistema nervioso central y tienen efectos sedantes, hipnóticos, ansiolíticos, anticonvulsivos y miorrelajantes. En mayor medida clonazepam (55,6%), alprazolam (30,2%) y diazepam (15,4%). Según datos de la consultora especializada IMS Health Argentina, es uno de los países con mayor consumo per cápita de clonazepam del mundo. En 2014 se vendieron más de un millón de unidades por día, 143% más que en 2004.

Dependencia

Para Brasesco, la funcionalidad del psicofármaco en la adolescencia y en la edad adulta es distinta. En los jóvenes prevalece el uso con fines recreativos, es la llamada “jarra loca” donde se mezclan pastillas y alcohol. “Es un consumo de alto riesgo para la salud porque se combina con otras sustancias”, señaló Brasesco.
En cambio, en los adultos los psicofármacos se utilizan para combatir situaciones cotidianas estresantes, de tensión o de incertidumbre. Muchas veces se buscan soluciones inmediatas a problemas con la ilusión de que son “pastillas mágicas”. “Se medicalizan los ciclos vitales: la menopausia en la mujer, todo lo que es el síndrome de nido vacío, la soledad. Esto tiene que ver con la vida en las grandes urbes”.
Las benzodiacepinas suelen generar dependencia y tolerancia, por eso los especialistas aconsejan no consumirlas por más de tres meses. “Son altamente adictivas. Salir del consumo, abandonarlo, es bien complicado”, advirtió Brasesco. Además, pueden producir somnolencia, irritabilidad, disminución de los reflejos y demencia. Por eso se deben consumir bajo prescripción médica.
El estudio de la Sedronar halló que el 21% de los que consumieron tranquilizantes alguna vez en la vida lo hicieron sin prescripción médica o iniciaron el consumo por indicación del médico y luego continuaron por su cuenta. Entre quienes sí tenían indicación médica (78%), en el 49% de los casos fue un médico generalista quien había recetado el tranquilizante y en un 37,2% un médico psiquiatra.
“Hay que hacer un gran trabajo con los médicos, por esto de que en ocasiones reproducen la receta de psicofármacos por años y luego hay un alto porcentaje de gente mayor con adicción a la sustancia. Para eso, firmamos un convenio con PAMI y queremos trabajar con todo lo que tiene que ver con medicalización de la vejez”. concluyó Brasesco.

Crece el consumo de marihuana, cocaína y alcohol

El Estudio de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Población General fue realizado por la Sedronar entre 2016 y 2017. El informe, que encuestó a 20.658 personas de entre 12 y 65 años, representantes de una población total de 18.960.593 personas, arrojó datos alarmantes en torno a la situación de consumo de drogas y alcohol en todo el país. Entre los principales resultados, muchos de los cuales fueron presentados por el presidente Mauricio Macri a mitad de año, se halló que la marihuana es la droga ilícita de mayor consumo en el país: el 7,8% de la población declaró su uso en el último año. Sin embargo, son los varones y los jóvenes comprendidos entre los 18 y los 24 años los que presentan mayores tasas de consumo.
En tanto, el 5,3% de la población de entre 12 y 65 años consumió cocaína alguna vez en su vida, lo que implica un incremento del 100% con respecto al estudio de 2010. Por su parte, el consumo actual de alcohol se encuentra presente en el 53% de la población y en mayor medida en los varones. Entre los 18 y los 24 años se observa la tasa más elevada, con el 62% y entre los menores, la más baja con el 34,7%.

 

Un uso naturalizado y en aumento
Se han ido instalando en la cultura los fármacos no como opción terapéutica sino como los que “resuelven” los problemas y angustias que conlleva vivir. Los medicamentos se han convertido en objetos que “garantizan la felicidad y el bienestar de la vida”.
 
DR. HORACIO VOMMARO*
La mayoría (66%) de los usuarios obtiene los tranquilizantes sin receta médica. Esta ingesta, combinada con bebidas alcohólicas, ocupa el segundo lugar entre los motivos de consulta por intoxicaciones, con el 11%. El abuso en el género femenino está ligado predominantemente a crisis depresivas o situaciones de descontrol emotivo. Y en el adolescente, vinculado con la búsqueda de sensaciones placenteras o de evasión y muchas veces constituido por la droga de iniciación. Los jóvenes han sido socializados en el consumo como modo de satisfacción de sus deseos y necesidades. No se trata sólo de fenómenos dopaminérgicos sino una resultante de la interacción dinámica de los cambios: físicos, psíquicos, intelectuales, socioambientales y espirituales, desde una visión integral y no reduccionista de la persona humana. La subjetividad anclada en la lógica del consumo favorece modalidades adictivas, satisfacción pulsional inmediata y desinvestidura del pensamiento y la palabra, con los consecuentes riesgos del incremento de las conductas violentas. Desde el punto de vista de políticas de salud, es importante recordar que el balance apropiado para una regulación efectiva del uso de los medicamentos es responsabilidad de los organismos regulatorios del Estado. Desde el punto de vista médico es fundamental subrayar la importancia del uso racional de los psicofármacos y recordar que no es la única alternativa para mitigar el sufrimiento humano.

 

* Director de Psiquiatría y Salud Mental del Instituto de Neurociencias Buenos Aires (Ineba).

Fuente: Perfil

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Supera a Uruguay, Brasil y Chile. Pese a que por ley deben ser prescriptos, son los medicamentos más vendidos en el país sin receta. La OMS recomienda evitar su uso excesivo.

 

Llegó el invierno y las enfermedades respiratorias están a la orden del día. El nene empieza con fiebre, mocos y tos. La mamá decide no esperar y va a la farmacia a comprar un antibiótico para combatir la enfermedad hasta que el chico se sienta mejor y en unos días ya vuelva a la escuela. Escenas como esta se repiten a diario y dejan en evidencia una combinación de problemas que existen en la Argentina. Por un lado, ocupa el podio de países con mayor consumo per cápita de medicamentos de la región, detrás de Brasil y Uruguay, según datos de la consultora Quintiles IMS a los que accedió Clarín. Pero, al analizar el consumo per cápita de los cinco antibióticos más vendidos en farmacias en estos cuatro países, Argentina ocupa el primer puesto, seguido por Uruguay, Brasil y Chile. Por otro lado, en nuestro país, los antibióticos encabezan la lista de los medicamentos que se compran sin receta, según surge de una encuesta realizada por la consultora D’Alessio Irol.

Además, según este último relevamiento, el 99% de los argentinos se automedica, lo que sería lógico si sólo consumieran remedios de venta libre. Pero no es así: muchos desconocen qué medicamentos necesitan receta, en especial si se vinculan con dolencias cotidianas. Los antibióticos (46%) y los antigripales compuestos (45%) son los dos medicamentos que encabezan la lista de remedios que las personas consultados admitieron comprar sin receta.

“El tema de los antibióticos es particular. Hay una legislación vigente, de 1969, que establece que tanto los psicotrópicos como los antibióticos deben venderse bajo receta archivada (esto es doble receta, una copia para el reintegro de la obra social y otra que queda archivada en la farmacia) y su incumplimiento está penado con hasta tres años de prisión. Con los psicotrópicos esto se hizo efectivo: a nadie se le ocurre ir a comprar uno sin receta. Pero con los antibióticos esto no pasó y muchas veces se venden sin receta”, explica Alejandra Corso, jefa del Servicio de Antimicrobianos del Laboratorio Nacional de Referencia en Resistencia a los Antimicrobianos del ANLIS-Malbrán. “Tenemos muy arraigada una cuestión cultural de pensar que son inocuos, que no son tóxicos”, agrega.

“Uno de los problemas es que los antibióticos se deben vender bajo receta archivada, pero muchos médicos omiten hacer el duplicado. El profesional hace la receta para que el farmacéutico reciba el reintegro y al paciente se le haga el descuento, pero no la copia que debería quedar archivada en la farmacia”, explica Laura Raccagni, coordinadora del Observatorio de Salud y Medicamentos de la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA).

“Otro inconveniente es que muchas farmacias no exigen la receta para dispensar. Y hay otra cosa: el paciente que va al médico demanda que la consulta termine con la prescripción de un medicamento”, añade. “Esto se exacerba en los casos de papás que llevan a los chicos al pediatra: si le indica sólo vapor e ibuprofeno, el padre desespera”, ejemplifica.

“No hay controles. Se pide la receta para la obra social, pero nada más. Si no te importa el descuento, vas a cualquier farmacia y te lo venden, a pesar de que lo que establece la legislación. Es una ley que no se aplica”, explica Lautaro De Vedia, presidente de la Sociedad Argentina de Infectología. Pero también hay otros factores: “Los médicos, a veces, recetamos en más casos de los que lo merecen. El 80% de las faringitis en adultos son virales y por lo general les damos antibióticos”. Y explica que la tercera variable es la población: muchas personas compran sin receta.

El mal uso de antibióticos es un tema que genera preocupación a nivel mundial y es uno de los potenciales flancos débiles en cuanto a salud pública. La OMS alerta desde hace tiempo por la resistencia de algunas bacterias a los antibióticos y establece protocolos de uso de los diferentes grupos de medicamentos. Y también procura concientizar sobre su buen uso para evitar que de acá a algunos años, no queden antibióticos para dolencias que ahora parecen menores. Días atrás, el organismo emitió un alerta por la propagación de un tipo de gonorrea resistente a los antibióticos.

“Las bacterias ganaron la batalla. El gran auge de esperanza que nos dieron los antibióticos y que permitió un importante avance de la medicina generó un concepto cultural de que son inocuos e inagotables. Pero son un recurso no renovable y las bacterias buscan mecanismos para adquirir la defensa contra los antibióticos, mecanismos de resistencia”, sentencia Corso. “En Argentina la azitromicina ya generó 25% de resistencia. Esto es, uno de cada cuatro tratamientos no va a ser efectivo. El antibiótico tiene impacto en la comunidad: necesitamos tener conciencia de eso”, explica Raccagni.

“Es complejo: ya hay tasas de resistencia de antibióticos para infección urinaria, en algunos casos de infecciones de piel, en los que las bacterias cambiaron los perfiles de resistencia. Debería adoptarse esto como una política de Estado y tomar cartas en el asunto”, enfatiza De Vedia.

Desde el Estado es paradójico que en 2009 se sancionara una ley para evitar el mal uso de los medicamentos de venta libre, que son de bajo riesgo para la salud, sacándolos de las góndolas de acceso al público para que sólo puedan ser dispensados por un farmacéutico. Sin embargo, nada se hizo aún para que se cumpla la ley que rige para los antibióticos y controlar su venta.

Fuente: Clarín

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